El ‘viejo Patro’

De niño siempre quise ser José Patrocinio Jiménez. De grande, también. ‘El viejo Patro’, como es reconocido en el mundo de las competencias de bicicletas en Colombia, fue una especie de José Manuel ‘El Tarangú’ Fuente en España. Como el asturiano, el ciclista colombiano subía montañas con suma facilidad. Ascendía pendientes en su bici como si estuviera pedaleando sobre un rodillo en la sala de su casa. Con ese don de superhéroe ganó la Vuelta Colombia (1976), la Coors Clasic en Estados Unidos (1982)  y fue el primer colombiano que vistió la camiseta de lunares rojos como líder de la montaña, en el Tour de Francia (1983), cuando todavía la patrocinaba Chocolat Poulain.
Entonces, por él y otros como él, de niño siempre dormía con un radio transistor, para antes de despertarme, encenderlo y oír las transmisiones que hacían las cadenas colombianas desde las carreteras de Francia. “Atención, Colombia -narraban a garganta abierta- Patro ataca subiendo el Tourmalet y deja atrás a Millar, Delgado, Fignon y Arroyo… se va solo”. Luego, de la radio me pasaba a la televisión, para ver el final de cada etapa.
Ese lunes 10 de julio, la décima jornada del Tour de 1983, entre Pau y Bagneres de Luchon, tuvo un recorrido de 201 kilómetros. Por la televisión pude ver como, en el descenso, Robert Millar (Peugeot) alcanzó y sobrepasó al colombiano del Pilas Varta, y finalmente ganó la etapa con un tiempo de 6 horas, 23 minutos y 27 segundos. ¡Seis horas dándole a los pedales! ¡Subiendo y bajando en pleno verano europeo! Al ‘viejo Patro’ lo pasaron, también en la bajada, Pedro Delgado (Reynolds) y Pascal Simon (Peugeot), segundo y tercero en la etapa. Y con una desventaja de 1 minuto y 30 segundos cruzó la meta, en cuarto lugar.
Treinta años después, ya no sigo pegado a la radio. No sé dónde ni cuántos años tendrá el ‘viejo Patro’. Son las 3 de la madrugada en España y ahora estoy, pegado a la televisión, viendo como un tal Lance Armstrong le cuenta a una periodista lo “organizados”, “inteligentes” y “profesionales” que fueron él y su equipo (US Postal) para aplicarse EPO, Testosterona y hacerse transfusiones de sangre, con el objetivo claro de ganar cuántas veces fuera el Tour de Francia. “No es posible que un ciclista ‘limpio’ lo hubiera hecho”, le dice Armstrong a la periodista. Y no sé porqué, pero yo creo que sí, cuando pienso en el ‘viejo Patro’.

Operación CR

La película se llama Operación E. Narra la vida de un campesino colombiano, como muchos otros, entre dos fuegos: guerrilla y ejército. En España y Francia, países coproductores, ya se estrenó y fue recibida con algo de interés por los espectadores y la crítica. Aquí, en Barcelona, sigue en cartelera. La otra noche la fui a ver y, sin ser una obra para recordar, pasará a ser otra cinta más que muestra el conflicto que vive Colombia, desde otra perspectiva. Hasta ahí todo marcha bien. Sin embargo, fuera de la pantalla grande, al otro lado del Atlántico, en ese país donde nacen historias silvestres todos los días, ha surgido otra. Se podría titular Operación CR y daría para otra película. Allí Operación E no puede ser exhibida. Un juez decidió avalar la demanda interpuesta por una señora CR, que argumenta defender la privacidad de su hijo, nacido cuando ella estuvo secuestrada por la guerrilla. Ese niño le fue dado al campesino para que lo cuidara y claro, forma parte de la historia que narra el filme de Miguel Cortuois. Guardando las proporciones, lo hecho por la señora CR sería como si uno de los descendientes de los náugrafos del Titanic hubiera pedido y tratado por todos los medios, para salvaguardar la integridad de su familia, impedir la proyección de la película de James Cameron. ¿Se hubiese podido contar la historia del Titanic sin los náufragos? Entonces, la pregunta, en lo que respeta a Operación E, sería : ¿cómo contar la historia de Crisanto sin Emmanuel? Me gustaría saber qué piensa Luis Tosar de esto.

La Lotería del Niño

¿Por qué la gente se gana la lotería? Ese fácilmente podría ser el título para un libro dentro del catálogo de una editorial especializada en el género de la autoayuda y superación personal. ¿Por qué la gente se gana la lotería? sería un éxito de ventas. Claro, sería un libro gordo. Con muchas páginas para repartir entre familiares, amigos, conocidos y colegas del bar. Imagino que después de leerlo, cada una de las personas, celebraría destapando cava o champán, frente a la librería en donde lo adquirió, abrazando al librero de turno. Ya los veo, asediados por los micrófonos de la prensa y las cámaras de los telediarios, respondiendo: “es apenas para tapar huecos”. ¿De la biblioteca? En ese mismo instante, también veo pasar transeúntes que envidian el brillo en los ojos y la sonrisa de cartel de las personas beneficiadas. “¿Por qué él y no yo?” se preguntan con una cara que trata de esconder sus más oscuros pensamientos. La respuesta a esa cuestión vendría, a modo de segundo capítulo, en este best-seller, bajo el título ¿Qué hace que una persona se gane la lotería y qué hace que otra no? Claro, esta parte del texto hablará de la suerte, el azar y la casualidad. No quiero adelantar el final y dañar el negocio a la editorial que se lance a publicar tan magna obra. Sin embargo, una luz que pueda iluminarnos, tal vez está en ese mini-diálogo que me aconteció con un desconocido, que al verme detener, para observar la cantidad de décimos, billetes y números en juego, frente a la administración Fontana No. 32 de Loterías del Estado, en la calle Gran de Gràcia, 164, me preguntó:
– ¿Sabes por qué nunca me he ganado la lotería?
– No –respondí, tratando de saber su secreto.
– Porque jamás la he comprado.