La soledad del cuarto oscuro

Presentación de la novela 'La soledad del cuarto oscuro', en el 3er Festival Internacional de Literatura 'Oiga, mire, lea'. Cali, 6 de sept. de 2017. / Foto: Oiga, mire, lea.
Presentación de la novela ‘La soledad del cuarto oscuro’, en el 3er Festival Internacional de Literatura ‘Oiga, mire, lea’. Cali, 6 de sept. de 2017. / Foto: Oiga, mire, lea.

Buenas tardes, gracias por estar aquí. Por desafiar el calor y el sol de la tarde. Por dejar de lado la visita de Francisco Bergoglio y por olvidar el empate de ayer de Colombia contra Brasil. Gracias a los organizadores de Festival “Oiga, mire, lea”, en especial a la coordinadora de este evento, Catalina Villa Zapata, y a la directora, María Fernanda Penilla, por esta invitación.

Para mí es un honor presentar esta novela, la cuarta de Fernando Gómez Echeverri en su carrera como escritor. Vale la pena decir que además de compartir profesiones, los dos somos periodistas, también compartimos lugar de nacimiento: ¡Palmira! Así que para mí toma mayor razón hacer de coanfitrión en esta tarde caleña con acento palmirano.

He de decir que a Fernando lo trato desde hace mucho tiempo. La primera vez que nos cruzamos, ¿no sé si te acuerdas?, fue en julio o agosto de 1991. Los dos asistimos una mañana de sábado al colegio San Luis Gonzaga, en lo alto del barrio Granada, para presentar la prueba de admisión a la carrera de Comunicación Social-Periodismo de Univalle. Terminado mi examen, al cabo de unos minutos, al salir del salón, en el pasillo, me crucé con alguien que no conocía. Al encontrarnos, los dos solos ahí, ese otro me observó y atinó a decir “Qué fácil, ¿no? vé”. Era él. Eras tú.

Traigo a colación ese recuerdo, porque ejemplifica, sin dudar, que Fernando es un hombre que hace fácil los retos difíciles. Así se hizo periodista, crítico de arte y escritor. Eso sí, no portero de fútbol, porque como tal fue un verdadero desastre. Recuerdo un 8-0, en contra, cuando enfrentamos, nosotros, un recogido de periodistas de la Casa Editorial El Tiempo y Publicaciones Semana, a los chicos de la carrera de Cine y Televisión de la Universidad Nacional, en Bogotá. Fernando estaba en el arco y ese fue su primer y último partido. Desde entonces, la “araña” Gómez jamás volvió a ponerse unos guantes para tapar. Y se dedicó a otros deportes, con mayor terquedad y tesón, y menos pereza, uno de ellos, el tenis. ¿Cómo está tu revés a dos manos?

Con ese mismo desparpajo con el que lo conocí, tras el examen de Univalle. Con ese mismo desparpajo lo volví a ver en la redacción de El Tiempo y de Semana, en Bogotá. En el periódico, entonces de los Santos, Gómez daba sus pasos iniciales en el periodismo Nacional, en un equipo en el que estaban Fernando Quiroz, Mauricio Silva, Mauricio Becerra, Andrés Zambrano, Manuel Kalmanovitz y Francisco Escobar.

Voy a cometer una infidencia, permiso, ahí nació el apodo con el que muchos lo conocen en Bogotá: ¡Chicharrón o Chicharro! Y todo porque era el más pequeños de esos periodistas, el de menos experiencia, al que le designaban las tareas, que los otros desdeñaban por ser ¡chicharrones! Tareas complicadísimas, como entrevistar a un galerista-lagarto; a un prepotente escritor que nadie conocía, a un actor de teatro sin seguidores, a un político en busca de votos. Para esas tareas, el elegido era Chicharrón. Chicharro. Fernando. Lo puedo imaginar diciendo: “Qué fácil, ¿no? vé”.

Wílmar Cabrera y Fernando Gómez, en el auditorio Óscar Gerardo Ramos, Biblioteca Departamental del Valle. / Foto: Oiga, mire, lea.
Wílmar Cabrera y Fernando Gómez, en el auditorio Óscar Gerardo Ramos, Biblioteca Departamental del Valle. / Foto: Oiga, mire, lea.

Luego, años después, en Semana nos volvimos a cruzar, en ese pasillo que es la vida. Mientras yo me movía como periodista redactor de una revista que apenas empezaba, de nombre SoHo, Fernando, bajo la tutela de Miguel Silva y Rafael Molano, integraba el equipo que sacó a flote la mejor publicación cultural que ha dado Colombia, en mucho tiempo, Gatopardo, ese buen hacer de crónica y periodismo hecho revista. Casi lo que puedo oír de nuevo: “Qué fácil, ¿no? vé”.

Y en esa puerta giratoria que es trabajar en la Casa Editorial El Tiempo, Fernando volvió para liderar proyectos y revistas que tienen su sello personal. Actualmente es director de BOCAS, DONJUAN, Hola y Habitar. Y, en el plano personal, padre de Julieta y Mateo. Y cuando le queda tiempo de El Tiempo y de su familia, escribe. Eso demuestra no solo su valentía y predisposición por narrar, sino su sacrificio y ambición.

Sí, eso es él. Un escritor ambicioso, en el mejor sentido de la palabra, que frase a frase, punto a punto, manuscrito a manuscrito, novela a novela, se abre espacio en el difícil campo de la literatura colombiana. Esta nueva historia es testigo de ello. Narración pura. Velocidad. Vértigo. Tono acorde. Diálogos precisos. Y longitud necesaria para no excederse en florituras.

La soledad del cuarto oscuro es su cuarta novela. Anteriormente escribió y publicó historias de niñas que quieren ser vampiros; niños que intentan cazar una bruja que seduce hombres para matarlos; historias de bacterias inmundas, y de zombíes que recorren Bogotá y buscar paliar su apetito de cerebros y carne humana. Literatura más del lado fantástico que realista.

Con esta obra, Fernando da un viraje a su proceso como narrador, nos enseña una literatura realista con un tono de voz propia, más acentuado, y en pleno crecimiento. Además, aterriza en Cali, la ciudad donde estudió, donde de joven universitario trató de enamorar a su compañeras con cartas, cuando estas ya no existían (las cartas, claro está), la ciudad que caminó, la ciudad que vivió en aquellos años cuando las narcotoyotas habían invadido todas las calles y espacios públicos. Cundo las balas iban y venían, cuando está ciudad se llenó de muertos que terminaron siendo estadística. Números. Cali. Pum. Pum.

La soledad del cuarto oscuro es una historia fotográfica sobre el hacer rutinario de un reportero gráfico en un pequeño diario. Es una historia sobre el fracaso como meta de la vida. Y es que, aunque muchos no lo crean, algunos nos lo ponemos como objetivo vital. Es una novela contemporánea, circular, que comienza con un trino cualquiera y termina con un hashtag. Tiempos de Twitter. Es una novela sobre la mutación del periodismo como profesión. Es una novela sobre el periodismo zombi de las redes sociales, la narrativa transmedia, Internet, el píxel como pincel, el píxel como pluma.

Es una historia sobre seres amargados que sobreviven con sueldos de recogedores de basura. Es una novela que le rinde homenaje a los ídolos y al poder de obligarnos a imitarlos. Es una historia de la decepción de no estar a su altura. Es una historia que se revela al lector, poco a poco, como las imágenes que aparecen en el papel fotográfico tras el paso de los químicos sobre su superficie, allí en ‘La soledad del cuarto oscuro’. También es una narración sobre el peso de la creación artística y la búsqueda de identidad. Es una historia para crear un hashtag en Twitter y escribir: #NoLeaLaSoledaddelCuartoOscuro. Para ver qué pasa como experimento. Como performance-respuesta virtual e interactiva a las 102 páginas del libro editado por Literatura Random House.

Fernando, gracias por acompañarnos en este ‘Oiga, mire, lea’, que pretende que las librerías de Cali dejen de ser heladerías y vuelvan a ser lo que han sido históricamente: tiendas en las que se venden y compran libros. Gracias por estar en este ‘Oiga, mire, lea’, que busca darle visibilidad a las bibliotecas de la ciudad, como lugares de consulta y lectura.

'La soledad del cuarto oscuro', de Literatura Random House.
‘La soledad del cuarto oscuro’, de Literatura Random House.