El doctor del fútbol

Un colombiano se dio a la tarea de investigar las raíces y el desarrollo de las letras iberoamericanas sobre el deporte más popular en el mundo. Como resultado, entre novela, cuento y poesía, encontró 110 libros que analiza en su tesis doctoral ‘Literatura y fútbol: otros horizontes de la literatura en España e Hispanoamérica’, presentada en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Lucho

Se llama Luis Alejandro Díaz Zuluaga y puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que es el único doctor especialista en literatura y fútbol que tiene Colombia. Y, claro, como tantos otros investigadores, Díaz Zuluaga es otro científico social -cerebro fugado, dirían algunos- que se labra su futuro fuera de ese país.

Nacido en Bogotá un 1 de febrero de 1978 y con una licenciatura en Literatura de la Universidad Javeriana, este furibundo hincha de Millonarios hace cinco años aterrizó en España. Primero, en Madrid. Ciudad en la que hizo un máster en Filología hispánica, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, (CSIC), que se puede considerar el primer tiempo de su trabajo académico. Actualmente vive en Barcelona. A la capital de Cataluña vino para seguir sus estudios, en forma de doctorado, en la Universidad Autónoma de Barcelona, y disputar el segundo tiempo de ese partido personal que lo enfrenta con el tema de la literatura y el fútbol.

Después de siete años de investigación, Díaz Zuluaga presentó su tesis Literatura y fútbol: otros horizontes de la literatura en España e Hispanoamérica, dirigida por el escritor, periodista y profesor español Fernando Valls, ante un jurado que le dio el aprobado para alcanzar el título de doctor. En este partido no hubo necesidad de alargue ni mucho menos de definición con tiros desde el punto penal. Lo suyo fue una victoria por goleada. En Barcelona, en un estadio de fútbol, el Nou Sardenya de Gràcia, hablé con él sobre su tema de investigación: la pelota y las letras.

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¿Cuándo y por qué decidió hacer una investigación de doctorado sobre el fútbol en la literatura hispánica?
Cuando leí los primeros cuentos de fútbol que conocí, que fueron los de Osvaldo Soriano, vi que ahí había un campo de investigación que me interesaba mucho. Pensé que sería suficiente con una tesis de maestría, pero fue apareciendo mucha bibliografía y no tuve más remedio que meterme en un doctorado para poder tener un conocimiento real del tema.

Si se puede hablar de una relación, ¿qué tipo de relación tienen el fútbol y la literatura?
Creo que tienen una relación simbólica, es decir, ficcional, de mentiras, de juego, de ilusión. Por eso pueden darse la mano sin problema.

¿Cuál es la obra más antigua que encontró?
En español, el cuento de Horacio Quiroga: Juan Pólit-Half Back. Supongo que en el mundo anglosajón debe haber algo del siglo XIX. De hecho hay rastros en Shakespeare y en el Popol Vuh. Sin embargo, allí se habla de deportes muy parecidos al fútbol que no son el que nosotros jugamos. Sobre este fútbol moderno, por llamarlo de alguna manera, el primer cuento en español es el de Quiroga.

¿Cuál es la más reciente?
Mercado de invierno, de Philip Kerr, en el mundo anglosajón.

¿Y en el mundo hispánico?
Creo que La inmensa minoría, de Miguel Ángel Ortiz, publicada por Random House.

¿Cuántos libros componen su investigación?
Ciento diez libros entre novelas, cuentos y poseía. Además de algunos de crónicas y unos pocos de teoría.

De acuerdo con su criterio ¿cuál es el más extraño? ¿Cómo lo encontró?
Hay dos libros inesperados: Uno de cuentos de fútbol cubano, -donde el fútbol no representa ningún interés más allá de seguir por TV ligas europeas-, y una antología de textos literarios sobre fútbol hecha en Honduras por una mujer.

¿Cuáles son los títulos de esos libros?
Cábalas y amuletos, de Ariel Lunar; y La garra catracha, de Helen Umaña.

Catracha

Su investigación comprende la literatura hispánica en cuanto al fútbol desde géneros como la novela, el cuento y la poesía, si le tocará escoger un poema de los encontrados en su investigación para hacer enamorar a alguien de la pelota, ¿cuál escogería y por qué?
No escogería nada de literatura. Le regalaría una pelota y lo acompañaría a un parque a patear penaltis, o lo invitaría a ver una repetición de la final de la Champions entre el Liverpool y el Milan del 2005. Ahora, si el gancho fuera por medio de la literatura con un cuento de Roberto Fontanarrosa sería suficiente. Pero si fuera por medio de la poesía, hay muchos versos con imágenes preciosas en Parra del Riego, o en Canal Feijoó. Pero hay un poema de Blanca Varela titulado: Fútbol. Es la vida.

¿Cómo dice ese poema?
Juega con la tierra / como con una pelota / báilala / estréllala / reviéntala / no es sino eso la tierra / tú en el jardín / mi guardavalla mi espantapájaro / mi atila mi niño / la tierra entre tus pies / gira como nunca / prodigiosamente bella. Es más que una invitación a pensar con los pies, es la certeza de que hay quienes tratamos el mundo a las patadas.

¿Es factible considerar a la literatura del fútbol en español como un subgénero de la literatura?
Es arriesgado. Es atrevido. No creo que sea un subgénero. Creo que es más bien un tema con mucho mercado actualmente y por eso las editoriales piden a sus escritores novelas sobre fútbol.

Hay autores consagrados que dicen que del fútbol es difícil escribir una novela porque el fútbol es épico en su momento, el instante es que es jugado, y recontarlo es imposible. Es decir que no vale una segunda narración, porque lo que estamos viendo ya es y lo demás es tratar de condensar lo imposible… ¿Usted que dice frente a esto?
El problema de escribir una novela sobre fútbol es que se piensa que el éxito está en narrar partidos literariamente. Esto hace que siempre se terminen escribiendo historias que apenas tienen el fútbol como excusa para profundizar otros temas ya que eso le resulta más cómodo y viable al autor. Eso sí, siempre con algún partido de fondo. Pero la cosa es más sencilla de lo que parece: una novela sobre fútbol debe contar una historia en la que la pasión por el fútbol sea el hilo narrativo, en el que una visión de mundo condicionada por la pasión por este deporte altere, incida, influya, marque y explique la vida de un individuo. Incluso no sería necesario un partido de fútbol en sí, sino la ilusión constante de vivir como si la vida fuera un partido de fútbol.

¿Por qué muchas de las novelas de fútbol decantan hacía historias del tipo de la novela negra: muertos, corrupción, detectives que investigan casos?
Las mafias y el mundo oscuro del espionaje y las conspiraciones siempre han estado muy cerca del fútbol. Y esto, teniendo como base lo dicho anteriormente, le facilita al autor “escribir una novela sobre fútbol” aprovechando que hoy en día interesan y venden mucho las ficciones narrativas sobre intrigas. En este caso, el fútbol es apenas un pretexto ya que no son novelas futboleras ni mucho menos.

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De acuerdo con su criterio ¿cómo debería ser o en qué debería centrarse una novela de fútbol para ser eso, una buena novela de fútbol?
Una novela de fútbol -eso de buena o mala es un juicio de valor hermenéutico- debe ofrecer la posibilidad de que el lector logre reconocer los elementos por medio de los cuales una persona puede llegar a perder la cabeza -me refiero a darle un vuelco total a su vida, o a empezar a tomar decisiones trascendentales para su vida a la luz del fútbol-, ante la presencia de una pelota de fútbol en su vida. Es eso. Es más: debería también tener las claves a propósito de qué es o de qué elementos está hecha una pelota de fútbol a sabiendas de que una vez llega al pie del hombre, es capaz de robar toda su atención haciéndolo víctima de una situación de juego ficcional, que luego puede llegar a trasladarse a la vida diaria en la mente de ese hombre.

¿Hay futuro para la literatura de fútbol? Más allá de los que se ve cada cuatro años en tiempo de Mundial.
Yo creo que sí. Hay novelas y cuentos muy interesantes que han llamado la atención frente al hecho de que todavía no sabemos qué es lo que nos embruja del fútbol.

Si se hiciera un triangular de literatura de fútbol entre la poesía, el cuento y la novela, ¿cuál saldría ganando? La pregunta va encaminada a qué se escribe más: poesía, cuento o novela de fútbol.
Se publican más novelas, se escriben más cuentos, pero la poesía es el mejor lugar para poder hacerse a una idea de lo que puede ser el fútbol: un universo poético cargado de símbolos y de reglas capaces de dotar a los jugadores de una épica, una tragedia, un drama o una comedia en la que se juega a ganar intentando controlar con los pies un elemento redondo celoso y arisco.

¿Qué autores recomienda para el lector que se acerca por primera vez a este, digamos, subgénero literario?
A mí me gusta mucho leer crónicas. Pero no crónicas de partidos ni mucho menos sino crónicas en las que alguien reflexiona el porqué de lo que pasa en el terreno de juego, interpretando eso a la luz de un contexto social. Puede sonar inútil y contradictorio frente a lo dicho anteriormente. Pero lo que realmente tiene de valioso una crónica es que intenta explicarse a sí misma el porqué de la locura social y deportiva ante el fútbol. Un ejemplo: Enric González. La crónica puede ser una puerta de entrada.

¿Usted jugó o juega al fútbol? ¿Qué posición hacía? Como escritor y futbolista aficionado, ¿qué es más difícil escribir sobre fútbol, bien sea novela, cuento o poesía, o anotar un gol en un partido?
Jugué fútbol desde muy niño. Era mi vida. Quise ser futbolista pero tuve lesiones y ahí se acabo todo. Jugaba de delantero. Creo que es más difícil anotar un gol por toda la dificultad que tiene el juego con rivales y con una pelota en disputa. Además, no he intentado todavía escribir sobre fútbol pero creo que también puede ser muy difícil si no hay pasión. Quien juega al fútbol es un apasionado.

¿Y quién escribe literatura de fútbol?
¡Un soñador!

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Publicado en el periódico EL TIEMPO, 3 de junio de 2015

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Fantasmas amarillos en Sarrià*

El 5 de julio se cumplieron 30 años del partido Brasil-Italia, disputado en el demolido Estadio de Sarrià, durante el Mundial de España 1982. La maravillosa selección de Telé Santana era la favorita, pero la Azzurra de Bearzot convirtió el sueño de una gran generación de futbolistas en una pesadilla. El autor de esta crónica no estuvo en la grada pero lo vivió de una manera particular. Por el fútbol comenzó a escribir y del fútbol ha hecho una novela: Los fantasmas de Sarrià visten de chándal (Editorial Milenio) que habla de una Barcelona tan llena de fútbol y turismo como de soledades.

Cuando el árbitro israelí Abraham Klein sopló su silbato para dar comienzo al partido Brasil-Italia, por la segunda fase del campeonato Mundial de España 1982, ese 5 de julio, mi padre apretó con fuerza su santo de devoción: San Judas Tadeo. Luego besó la estatuilla pidiendo algo de ayuda celestial para la selección verdeamarelha, que de manera regular adoptaba como hincha, cada cuatro años, al no estar clasificada Colombia para el campeonato.

Lo miré aferrarse a la figura de cerámica, que se perdía entre sus manos en el mismo momento en que Zico tocó corto, adelante para Serginho, el Tango España 82 de Adidas. Eran las 17.15 en España. Las 10.15 en Colombia. La pantalla del viejo Sharp 20 pulgadas nos mostraba el partido en Palmira mientras casi cincuenta mil personas lo veían en la gradas del demolido Estadio de Sarrià. Dos carnavales se veían la cara en la ciudad: el de Venecia y el de Río de Janeiro. Los primeros habían llegado en aviones, barcos y coches propios. Los segundos, en su mayoría, desembarcaron en el puerto de Barcelona, después de 20 días de navegar en el Trasatlántico Federico C, desde Salvador de Bahía. En el campo, entre la General Mitre, la calle Ricardo Villa y la Doctor Fleming, dos selecciones distintas se enfrentaban para saber cuál avanzaría a las semifinales del torneo.

Una era la Italia de Enzo Bearzot, que pasó segunda en su grupo, tras lograr tres rácanos empates contra Perú, Polonia y Camerún. Y que había cerrado su actuación en el grupo A de Vigo y La Coruña con dos goles a favor y dos en contra. Vestidos en su azul Saboya y pantalón blanco, uniforme confeccionado por Le Coq Sportif, y revestidos en un Silenzio Stampa, los chicos de Bearzot seis días antes habían comenzado a cambiar su suerte, tras vencer 2-1 en ese grupo de tres selecciones, al campeón defensor, Argentina, con  Maradona incluido. Los goles de Cabrini y Conti hicieron que el mundo mirara de otra forma a Italia. Y que mi padre sacará del fondo del armario a San Judas Tadeo, “el santo patrón de las dificultades”.

*Artículo publicado en EL PERIÓDICO de Catalunya, domingo 1 de julio de 2012.
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La ruta del fútbol en Barcelona*

Barcelona es una ciudad turística. Hay rutas para todos los que llegan: ruta modernista, ruta literaria, ruta del vino, ruta cinematográfica, ruta medieval, ruta de bodegas, ruta de cementerios. Y, gracias a los títulos del equipo dirigido por Pep Guardiola, y al moderno estadio del Espanyol, en Cornellà-El Prat, se podría tejer una línea imaginaria que conecte a estos dos puntos, para aprovechar una visita de 48 horas y dedicársela solo al fútbol. Haga una pared con la ciudad y grite gol.

La sensación que todavía recuerdo de la primera vez que entré al Camp Nou fue de mucho frío. Entré para ver un partido de fútbol, F.C. Barcelona-Getafe C.F. El resultado fue un empate a un gol: Manu, por el visitante, y Keita, por el local, anotaron los tantos. Recién había aterrizado en la ciudad ese otoño. Se jugaba la Liga 2008-2009 y el equipo dirigido por Josep Guardiola, aún con pelo y en su primera temporada, comenzaba su camino hacia la cima del fútbol mundial.

Hoy, cuatro años después, con la friolera de trece títulos en sus vitrinas (catorce si ganan la Copa del Rey), conseguidos durante este tiempo, el F.C. Barcelona, Pep Guardiola y Lionel Messi han hecho de la capital catalana un nuevo y obligado destino para todo hincha del balompié. ‘La Meca’ de este deporte. Una ciudad que todo amante del gol, como máxima manifestación del fútbol, para confirmar su fe frente al balón, debe visitar al menos una vez en su vida.

Así Barcelona, esta ciudad sin río pero con el Mediterráneo como cómplice, por la que desfilan un sinnúmero de personas todo el año, sin importar que haga frío, llueva granizo, suba la temperatura o caiga nieve, se ha sumado como el cuarto punto cardinal que le faltaba al eje futbolero que conforman Buenos Aires, Río de Janeiro y Londres. Ahora sí, los cuatro punto cardinales que le señalan el camino a peregrinar a cualquier hincha, forofo, tifossi o torcedor, de estadio en estadio, de cancha en cancha, están completos.

Si a Buenos Aires la desborda la pasión con que se vive el fútbol; y Río de Janeiro siempre es una fiesta carioca alrededor de la pelota y el Maracaná; y Londres es una cita fija para ver campos con vida y estadios con personalidad, en cada barrio, donde todo huele a césped recién cortado; Barcelona es una oda al fútbol y en sus calles también se vive y respira ambiente de vestuario, clima de partido.

Hacerse a una boleta de fútbol es fácil. Se compran por Internet, bien sea para ver a los azulgranas del F.C. Barcelona en el Camp Nou o a los blanquiazules del R.C.D. Espanyol en el estadio de Cornellà-El Prat, con precios desde los 30 o 40 euros. Claro está, para visitas de mayor abolengo, tipo Real Madrid, en caso de partido contra los culés, un tiquete puede llegar a costar 800 o 1000 euros en la reventa, por las calles alrededor del estadio. Así que si está preparado y lleva ese dinero en su billetera, no se preocupe por comprarla de forma anticipada a través de la red. Llegue con tiempo pero no intente regatear mucho. Como dirían en catalán “Tu mateix” (“Tú mismo”). Los revendedores son duros y duchos en el asunto, siempre le dirán que si no se la lleva, esa boleta les durará poco en sus manos.

Antes del partido es religioso un buen vermut, acompañado de aceitunas o anchoas, tortilla de papa y un crujiente sánduche de jamón ibérico. Este avituallamiento lo dejará a tono para aguantar los noventa minutos y correr más que Messi y Ronaldo juntos. La tradición no se improvisa. ­­­

Pero si no tiene, durante su visita, la suerte de una fecha de la Liga o eliminatoria de la Copa del Rey, tómeselo con calma, como si fuera a patear ese penal que decide un campeonato. Nada mejor, para empezar su recorrido, que un itinerario más íntimo y  personal, desde los lugares fundacionales de los clubes y rivales en la ciudad.

En el caso del los culés, una pared en el barrio el Raval, en la intersección de la calle Montjuïc del Carme y la calle Pintor Fortuny es el sitio para dar el punto de salida. Allí, junto a la nomenclatura en mármol que identifica el lugar, está la placa recuperada del antiguo gimnasio en el que Hans Gamper fundó al Barça. La placa la fijaron en homenaje a los cien años de creación de club, que se cumplieron en 1999. Fue en el mismo edificio, pero con otra fachada, cuando la fijaron primero en 1974.

En cuanto a los periquitos, así les dicen al equipo, hinchas y todo cuanto tenga que ver con el Espanyol, la plaza en honor a su fundador, Ángel Rodríguez, está ubicada en Sarriá. Es un desangelado lugar, detrás del Colegio Mayor Sant Jordi. Lo interesante del asunto es que está en medio de “Tierra Santa” futbolera. Pues es el mismo lugar que ocupó la cancha que fue propiedad del club entre 1923 y 1997, el campo de Sarriá.

Un estadio levantado en el triángulo de la avenida del mismo nombre, la calle General Mitre y la calle Doctor Fleming, que fue demolido para vender el terreno y pagar las deudas que acumulaba el club. Y si esto no le atrae como para pasarse por el parque y los cuatro o cinco conjuntos de edificios que lo rodean, quizás el hecho de saber que allí, sobre ese mismo terreno, Italia venció a Brasil, durante el Mundial de España 1982, por marcador de 3-2, en uno de los mejores partidos en la historia de los mundiales, le haga tomar el impulso necesario para pisar la misma hierba por la que corrieron Zico, Sócrates, Eder, Junior, Falcao y el gigante Serginho.

Con tiempo, puede cruzar la avenida de Sarriá y llegar hasta el bar Sarriá 82. Allí, mientras se toma una cerveza y se come un sánduche de chorizo, podrá escuchar en la voz del barman cómo eran los domingos de fútbol en el barrio. Talvez le cuenten más anécdotas de la tarde del verano de 1982, cuando los tres goles de Rossi mandaron de regreso, a Suramérica, a la mejor selección de fútbol de Brasil desde el Mundial de México 1970. Sí, más historias en viva voz de la tarde cuando los tres goles de Paolo Rossi catapultaron a la Italia de Enzo Bearzot hasta el título de ese campeonato.

*(Para seguir leyendo haz clic aquí, en DONJUAN (# 65, junio, 2012)

 

El primer punto de Colombia en un Mundial*

Antes de que existieran Valderrama, Higuita, Asprilla y Rincón, Colombia sólo había asistido a una Copa Mundo de Fútbol. Fue en el campeonato de Chile 1962. Capitaneados por Efraín ‘Caimán’ Sánchez, los suramericanos lograron un hito que alimentó la leyenda del balompié en ese país: empatarle 4-4 (con gol olímpico incluido) a la poderosa URSS, de Lev Yashin. Sánchez fue el portero de ese equipo y hoy, de 85 años, al cumplirse medio siglo del partido, rememora en presente el juego que significó el primer punto de Colombia en un Mundial.

Lento. Muy lento fue el trayecto entre el hotel El Morro y el campo. El autobús que llevó a los jugadores de Colombia al estadio, para disputar el partido contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), se demoró más de lo acostumbrado.

Efraín Sanchéz, el portero y capitán de Colombia, no recuerda cuánto. “Fue más de lo habíamos hecho en el partido anterior contra Uruguay”, dice el exfutbolista, al que un periodista argentino le apodó el ‘Caimán’, cuando llegó a jugar en 1948 para el San Lorenzo de Almagro.

Lento. Muy lento fue el recorrido, porque ese domingo 3 de junio de 1962, además de los coches que transitaban por la Avenida 18 de septiembre, en su ruta desde el centro de Arica hasta el estadio Carlos Dittborn Pinto, la calle estaba atestada de aficionados que no dejaban de gritar vivas para animar a esa selección que había llegado desde la otra punta de Suramérica.

Los “¡vamos Colombia!” ya no les eran extraños en ese lugar del Chile, pues el equipo los había escuchado tan pronto llegaron a la que entonces era la capital de la provincia de Tarapacá (hoy hace parte de la XV Región), en el norte del país austral, para disputar la que sería la primera participación del amarillo, azul y rojo en un Campeonato Mundial de Fútbol, que entonces vestía de camiseta azul y pantalón blanco.

“Debido a eso, los tres kilómetros que separan al estadio del centro se nos hicieron eternos. Tardamos más que cuando jugamos contra Uruguay, cuatro días antes, en un partido que perdimos 2-1”, rememora Sánchez, que también integró, entre otros equipos, al América, Cali y Millonarios.

En días normales el trayecto desde El Morro al estadio se hacía en cinco minutos pero esa tarde a Colombia, cuando el equipo iba de camino para el encuentro contra la URSS, le tomó casi media hora. Algunos jugadores hablan hasta de más tiempo. Casi el mismo de otro partido. Quizás por eso comenzaron el juego algo dormidos.

Dentro del autobús, Sánchez no pensaba en otra cosa sino en la gente. Sí así estaban allí, ¿cómo serían las cosas en Colombia? Pero antes de encontrar respuesta a esa pregunta, ante él apareció el estadio que le había costado al gobierno chileno 400.000 dólares. Lo habían construido para el Mundial y fue estrenado en abril de 1962. El nombre que le dieron fue un homenaje al presidente de la Conmebol y del Comité Organizador de la Copa Mundo en ese país, que murió un mes antes del partido inaugural. Juego en el que los locales vencieron a Suiza 3-1, el 30 de mayo. El mismo día que Colombia perdió, según las crónicas de los diarios, “injustamente” contra los charrúas.

Tan pronto descendieron los jugadores del autobús y entraron por el corredor, de camino al vestuario, el capitán colombiano sintió que su cuerpo le picaba. Los rusos ya corrían y calentaban en una cancha anexa. Habían llegado cuarenta y cinco minutos antes. Los nervios se hacían presentes porque el equipo soviético era uno de los favoritos para ganar el torneo. Además venía de ganar en su debut a Yugoslavia 2-0 y enfrente estaría uno de sus ídolos del momento, Lev Yashin, el que era considerado, por la crítica de entonces, “el mejor portero del mundo”. Así el partido se convertiría en un duelo, como en el viejo oeste de las películas del western spaghetti. Un duelo del ‘Caimán’ contra la ‘Araña negra’.

*(Para seguir leyendo haz clic aquí, en DONJUAN (# 62, marzo, 2012)

Martín Caparrós: “Escribo porque es mi forma de estar en el mundo”

Desde la terraza del Hotel Condes de Barcelona, en el cruce del Paseo de Gracia con la calle Mallorca, se contempla un paisaje sin igual de la época modernista de esta ciudad. En primer plano la fachada de La Pedrera y, al fondo, La Sagrada Familia. Los dos edificios, ideados y construidos por Gaudí, también estaban aquí, cuando en 1980, Martín Caparrós llegó a Barcelona para probar suerte.

“En esta ciudad me fue mal y me fui sin saber adonde. Entonces estaba exiliado en España y unos amigos me prestaron una casa en Valsaín, un pueblo de Segovia, y ahí comencé a escribir mi primera novela”, recuerda el escritor argentino que, por su reciente obra Los Living, sucede al colombiano Antonio Ungar como ganador del XXIX Premio Herralde de Novela.

Caparrós, con su mostacho imperial, camisa, chaqueta y pantalón negro, está feliz. El cronista no niega esa alegría pues desde ahora forma parte del “Herralde Dream Team”. “¿Cómo decirlo? Uno se hace el tonto porque en un momento como este hay que ser caballero y mostrar cierta displicencia, pero a mí me importa mucho ganar este premio, que está más lejos del dinero y más cerca de las palabras. Me honra hacer parte de la lista de ganadores y la felicidad es completa, porque, mirá vos, fue en la edición 29, que es mi número de la suerte -nació un 29 de mayo de 1957-“.

Es casi medio día en Barcelona, ciudad a la que Caparrós ha regresado muchas veces, debido a sus numerosos viajes e incontables crónicas por el mundo. Bajo un tibio sol otoñal -la lluvia ha dado tregua-, en lo más alto de este hotel, que ocupa dos palacetes del siglo XIX, el autor termina una tapa de langostinos envueltos en hilo de papa con salsa tártara. Me da su mano de dedos flacos y largos. Nos sentamos a la sombra y comenzamos a hablar. Del premio, de la escritura, de la crónica y, por supuesto, de fútbol, con el hincha de Boca Juniors que lleva dentro.

Para un escritor y reconocido seguidor de Boca Juniors, ¿qué se celebra más, un campeonato de Boca o el Premio Herralde de Novela que acaba de ganar?
Sería muy populista decir que un título de Boca. Sin embargo, mirá vos, esto me da un placer mucho más personal y mucho más sostenido. Dentro de años seguiré recordado y será de algún modo constitutivo. Lo pensaba hace un ratito, hay amigos muy queridos que se ganaron este premio, Juan Villoro, Alan Pauls, y en varias situaciones, en las que hemos coincidido, dicen: “Fulano de tal, ganador del Premio Herralde”, eso es algo que va a seguir sucediendo durante años, es para toda la vida. Y eso tiene su fuerza. Lo que tiene en cambio, en contra, es que no hay un momento, como cuando, no sé, Palermo le hizo el tercer gol a River, el 24 de mayo del año 2000, en que sucede y ¡pum!

¿El éxtasis del hincha con el gol es más efímero que un premio literario?
¡Claro! El gol o el final de un partido importante es un momento extraordinario. En cambio, esto del Premio es como más lento. Te dicen: “Estás finalista”, “puede ser”, “bueno, deberías pensar en la posibilidad de ir”, pero no tienes ese momento del gol.

¿Dónde estaba? ¿Quién se lo comunicó? ¿En qué momento?
Lo que pasa es que es muy raro porque nunca me dijeron que me habían dado el premio. Siguen sin decírmelo (ríe). No, porque tienen su sistema rarísimo, de verdad, me habían dicho que tenía muchas chances y bueno, este, como estaba la posibilidad, me dijeron que si podía venir a Barcelona, para estar hoy aquí. Me mandaron un pasaje para que viniera, pero no me dijeron que lo había ganado. Y siguieron sin decírmelo, yo llegué el sábado y no me dijeron nada. Ni vi a la gente de Anagrama hasta hace una hora. En ningún momento me dijeron: “ya te ganaste el Premio, hasta que nos sentamos frente a la prensa y lo hicieron público”. Es más, cuando llegué y vi a Herralde, él me dijo: “Todavía estamos esperando el llamado de un jurado a ver si te lo ganaste o no”. (risas). Fue como una situación extraña, porque estaba casi seguro de que lo había ganado, porque sino ¿para qué me iban a invitar a todo esto? Pero podía que ser fuera un finalista y que hubiera otro…

¡Claro! que lo hubieran invitado a Barcelona para definir por penales…
Sí. (ríe).

Retrocediendo en su carrera, recuerda el momento en que escribió su primera novela y además de escribirla, publicarla, ¿cómo vivió ese instante?
Bueno, fueron dos novelas distintas. La primera que escribí no fue la primera que publiqué. Lo recuerdo mucho, la primera la escribí aquí en España, pero la terminé dos años después. Estaba exiliado aquí y no tenía contactos ni manera de hacerla publicar. Tenía 23 ó 24 años. Cuando volví a Buenos Aires, ya tenía otra, que también escribí aquí y conseguí un editor para esa.

¿En qué año regresó a Buenos Aires?
Volví en el… 83. Esa otra novela se llamaba Ansay o los infortunios de la gloria y esa fue la primera que publiqué, aunque fue la segunda que escribí. Y, claro, me acuerdo del día en que salió. Fui a la imprenta para ver los primeros ejemplares… para mi fue especial. Después la reeditó Seix Barral.

¿Por qué escribir? ¿Para qué escribir?
Escribo porque es mi forma de estar en el mundo. Hay gente que cuando se le ocurre algo, se le ocurre como un color o una forma, como una melodía, a esos los envidio muchísimo, a mí se me ocurren las cosas como frases y pienso el mundo en términos de frases. Entonces, lo único que sé hacer es poner frases. Una al lado de la otra. Me da mucho gusto hacerlo, me importa hacerlo y quiero seguir intentándolo, pero no para nada, sino porque es lo que hago. Ojalá sirviera para algo, pero no es eso lo que hace que lo haga. Lo hago porque me siento de mucho mejor humor, a las seis de la tarde, si durante el día escribí un par de páginas.

¿Alguien me dijo que esto de ser escritor era como ser Robín Hood… porque se trata de “robarle historias, quitárselas, a los ricos en ellas y entregárselas a los pobres… de historias. ¿Qué opina de esta metáfora?
Es simpática, pero no sé si estaría muy de acuerdo porque se me ocurren demasiadas objeciones para decir una por una. Pero, para empezar, uno saca historias de todos lados pero no necesariamente allí, en donde hay riquezas, uno es un depredador mucho menos discriminado, depreda por todos lados, empezando por uno mismo y aquellos que reciben eso, no necesariamente son los pobres en historias, sino cualquiera. No, no lo puedo pensar desde la distribución del relato. Me gustaría, pero no…

Además de la novela, usted es un maestro de la crónica, ¿el género de la crónica tiene el poder de engendrar varias novelas?
No, a mí no me pasa. A mí lo que sí me pasa es que hay cosas que se me ocurren para ficción y otras que se me ocurren para no ficción. Pero no es que, cuando voy a escribir una crónica, de pronto digo: “ah es que, con esto, en realidad podría hacer una novela”. Nunca me pasó. O que voy, como algunos dicen, compilando, este, historias o personajes que después pueda usar en las novelas. No, no me sucede. Sí me sucede que cuando se me ocurre un tema o una cuestión ya viene con la información de sí va a ser ficción o no ficción. No es que se me ocurra un tema y después diga “¿Qué hago con esto? Cuando se me ocurre ya es parte de una novela o de una crónica.

¿Más o menos, ya está preconcebido?
Sí, ya viene con todo el aparato, no incorporado, sino que forma parte de la idea el hecho de que sea una novela o una crónica.

Usted también es un apasionado por el fútbol… literatura y fútbol es un tema recurrente en su carrera. Y creo que concuerda con el escritor mexicano Juan Villoro en la idea de que es muy difícil hacer del fútbol, literatura, porque en sí, ya está contenida esa idea de épica dentro del mismo juego…
Sí, yo suelo decir que el fútbol es un relato tan bien armado que es difícil hacer de eso un relato por otros medios. Es un relato hecho de eso, de corridas, de pelotazos y de una épica propia que, después para trasladarla a otra, como es la estructura narrativa de un texto, tiene sus problemas. Pero, sin embargo, hay maneras de intentarlo. Ahora, ya que hablabas de Villoro, vamos a publicar el año que viene, una correspondencia (electrónica) que tuvimos durante el Mundial de Sudáfrica. Saldrá a mediados del 2012 y me da mucho gusto, porque hablar de fútbol es una excusa para hablar de todo. Y en esas cartas lo hacemos un poco.

¿Con qué editorial?
(Ríe) Ya te contaré. Hoy es un día Anagrama.

Ya para terminar… si pudiéramos hablar del Boca actual, ¿qué le pasa por la cabeza?
Bueno, siempre fue el equipo más popular de la argentina. Sabés que es muy curioso que en la historia del fútbol siempre hubo en las ciudades importantes el equipo popular y el equipo, por decirlo de una manera, más elegante. De una época, además, en la que había una, como decía entonces, una cultura baja y una alta, una cultura proletaria y una burguesa, porque estos equipos se consolidaron en los años 10 y 20 del siglo pasado, según la época en que la dicotomía entre esas dos formas culturales era muy visible y eso sucede en todos lados: aquí con el Barcelona y el Español, más o menos; en Madrid con el Real Madrid y el Atlético, sin ninguna duda; en Bogotá con Millonarios y Santa Fe, en Cali, la verdad no sé como es el asunto…

América es el equipo popular y el Cali, el de más abolengo…
O.K., pero eso se ha ido difuminando últimamente, porque se han ido rompiendo esas barreras. La cultura burguesa ha hecho propia la cultura popular, la ha mercantilizado, se la fagocitado de alguna manera y eso pasa también en el fútbol. Aún así, Boca tiene esa característica principal, pero se está deshaciendo. En el caso de Boca hubo un presidente, Mauricio Macri, que ahora es el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que decía claramente que quería transformar al equipo en un club fashion. Y, de hecho, en buena parte lo consiguió. Hasta aumentó el costo de las entradas. Tanto que muchos de los que van ahora a la cancha son turistas y algún día los demás se van a dar cuenta que los que tiene alrededor son australianos, franceses, brasileros. Pero es una pena, porque eso que te decía, que es lo primero que uno piensa cuando piensa en Boca, se está perdiendo y si este proceso sigue así, puede llegar a deshacerse. Y entonces, este, va a ser un despilfarro de 100 años de cultura popular…

Como los poetas recitan siempre sus versos, los futboleros recitamos alineaciones, ¿cuál de Boca es su favorita?
La que primero aprendí, que era la del 63 o 64: Roma, Silvero, Marzolini, Simeone, Rattín y Silveira, pero después ya se complica, de ahí para adelante, los otros cinco cambiaban más… y, sin duda, debería poder rehacer alguna de las alineaciones de Bianchi, que incluyen a los tres colombianos que fueron muy decisivos en la mejor época de Boca de toda su historia.

¿No le hace falta River a Boca en la Primera del campeonato del fútbol argentino?
Síiííí, qué se yo, hace falta, uno extraña un poco ver el Boca-River, pero el placer de verlos en la Primera B, es tan grande, que uno acepta que no se juegue el Boca-River. Es tan extraordinario. Es lo mismo que te decía con el Premio Herralde al principio, que capaz, dentro de 10 años, me van a presentar, no sé, en una universidad en Cali. “Martín Caparrós, ganador del Premio Herralde 2011, no sé qué…”, de la misma manera, River, dentro de 20 ó 30 años, va seguir siendo aquel equipo que una vez se fue a la B. Son cosas que no se terminan nunca, son placeres para toda la vida… infinitos.

Fotos de María Teresa Slanzi / Anagrama
Entrevista publicada en la revista Gaceta de El País.
(Domingo, 20 de noviembre de 2011).
Haz clic en el enlace y, cuando abra la ventana, si no se despliega la revista, dale enter en el mismo url, para ver la entrevista como salió publicada en la revista.

’Epiléptico’

He terminado de leer, el pasado fin de semana (oct. 24), Epiléptico (2009), la novela gráfica firmada por David B, publicada por Ediciones Sinsentido. Una obra que, en 373 páginas, reúne los seis álbumes de La ascensión del gran mal, serie editada por la francesa L’Association entre 1996 y 2003.

Al finalizar de leer esta obra gigantesca del cómic novelado, hay que decir que me ha impresionado bastante. No solo por la forma en que David B. (Pierre-Francois Beauchard) cuenta la historia de su familia -un padre, una madre y tres hermanos- en Orleans (Francia), a través de la enfermedad de su hermano mayor, Jean-Christope, sino por el trazo, la sencillez y el sentido común, con los que el pequeño, luego adolescente y depués adulto, Pierre-Francois asume su condición de cronista dentro de los Beauchard.

Es una historia que a primera vista bien podría juzgarse de triste, pero en el fondo lo que destaca es el valor de la condición humana para hacerle frente a algo desconocido, como es la enfermedad. El protagonista no es Jean-Christope, ni Pierre y menos la disfunción patológica, o la familia Beauchard, no. El verdadero eje temático de esta historia es la batalla que enfrenta ese grupo de cinco personas para, primero, entender la epilepsia y luego intentar vencerla.

Y es ahí, precisamente, en la palabra batalla donde está la clave de esta novela gráfica. De pequeño, Pierre sueña con las historias que le cuentan papá y mamá en la cena. Él le narra historias de la Biblia y ella la conquista de México por Cortés o el Miguel Strogoff. Y el pequeño lo único que se imagina son combates, cuerpo a cuerpo, a caballo, con lanzas, con garrotes…

De esa misma manera, después de que Jean-Christope sufre el primer ataque y la epilepsia se manifiesta en él, comienza la batalla de los Beauchard. Esto los lleva a recorrer, como bien lo menciona Quim Pérez en el prólogo, la ciencia médica y el extrarradio de ésta: la macrobiótica, la videncia, el espiritismo, el vudú, los exorcistas, los gurús, las terapias alternativas y hasta los charlatanes.  Esos son los ejércitos que le hacen frente, pero que también, en últimas, se vuelven contra los Beauchard, en su dura y fuerte batalla.

Epiléptico también muestra el crecimiento de un niño de la mano de héroes, como Gengis Khan, o el descubrimiento que hace éste de hechos como las Primera y Segunda Guerra Mundial, la independencia en Argelia de Francia o la guerra de Indochina, todas de voces cercanas a él. Y tiene como hilo conductor el mundo paralelo que crea el pequeño en el jardín de sus casa, como si de un fuerte de la Legión Francesa en medio del desierto africano se tratase, donde se siente cómodo con sus fantasmas, que no son que otra cosa que compinches de sus fantasías. Un lugar donde la realidad y el miedo no pueden entrar. Ni siquiera la epilepsia.

Barbie: “Soy una muñeca hueca”

Barbara Millicent Robert nació el 9 de marzo de 1959. La muñeca, que el mundo luego conocería como Barbie, se estrenó en la American International Toy Far, en Wisconsin (E.U). Desde entonces han pasado 50 años. Medio siglo de existencia en el que esta figura ha dejado de ser un simple juguete de niñas para convertirse en una diva de la moda y un símbolo de la cultura pop.

De paso por Barcelona, donde se exhibe una colección de las más representivas, en La Sala Vinçon del Paseo de Gracia -hasta el 29 de agosto-, la muñeca-maniquí-modelo de 1,75 metros de estatura, melena lisa, ojos claros y una boca cerrada que apenas entreabre para responder, me habló de algunos aspectos de su vida que rodean su cincuentenario.

Sin mover mucho las manos, luciendo un pantaloncito corto -que deja ver sus piernas eternas-, una blusa de color gris, unas botas de tacón de 10 centímetros y un sombrero de ala corta, Barbie me confesó que está cansada de ser una figura decorativa, pero que asume su trabajo y el paso de los años. “Es algo natural, contra lo que no hay nada que hacer, por más operaciones que la gente se haga”, dice con su voz suave y delgada.

En Colombia, cuando una mujer mayor no acepta el paso de la edad y se viste y vive como una adolescente se le dice “cuchibarbie”. Usted ya tiene 50 años, ¿siente que ya no es la Barbie de antes sino una “cuchibarbie”?

No. Madonna tiene 50; Nicole Kidman, 42; Cher, 63; Sharon Stone, 51; la Duquesa de Alba, Cayetana, 83; la edad no es sinónimo de decadencia sino de experiencia. Hay que saberla aprovechar y volcarla en lo que quieres ser y cómo lo quieres hacer. Además, una cosa es el estilo, que nunca se puede perder, otra la juventud, que es una cosa que pasa y ya. Hay que aceptarlo así.

A esta edad, ¿posaría desnuda en una revista para hombres, tipo Playboy?

Sí, ¿por qué no?. Creo que soy más natural y tengo más atributos que cualquiera de las chicas que salen en ese tipo de publicaciones. A mis 50 años no me he hecho una cirugia estética. Además les saldría económica, conmigo no tendrían que utilizar el photoshop.

¿Qué es lo más aburrido de la vida de una muñeca?

Que lo traten a uno como una porcelana, como un adorno, como alguien qué mostrar. No tener propia determinación, en otras palabras, que hagan con uno lo que quieran. Esto también se lo podrían contestar Carla Bruni de Sarkozy, la princesa de España, Letizia Ortiz de Borbón, o cualquier candidata en el Reinado Nacional de la Belleza en Colombia. Claro, tambien le pasa a Dimitir Medvédev con Vladimir Putin, en Rusia; o Mahmud Ahmadineyad con el ayatolá Alí Jamenei, en Irán.

Veo que está al tanto de la política internacional. ¿Cuál es su opinión sobre la presidencia de Obama en E.U.?

Es igual a los demás, pero con un pasado, presente y futuro más oscuro. El verdadero cambio en E.U. se dará cuándo el país vote a mi amiga Paris Hilton como su presidenta. Ahí empezará una nueva historia. ¿Se imagina la Casa Blanca toda rosadita? Eso sí sería estilo, como Cristina Kirchner en Argentina.

Usted no es la única muñeca famosa, otras colegas suyas, tambien lo son, por ejemplo, la matrioska rusa. ¿Qué le gustaría tener de ella?

La matrioska es una muñeca que tiene otras como ella por dentro, más pequeñas, eso la hace más interesante. Como si se pensara a ella misma, sin ser egocéntrica, sino pensándose para definir su lugar en el mundo. Yo, por el contrario, soy totalmente hueca. Dentro de mí no hay nada, pero soy profundamente superficial.

Aunque acordamos fuera de grabación que no le iba a preguntar por su relación con Ken, es imposible que no lo haga. ¿Cómo están, qué pasó con él?

Ken es un pasado que no quiero tocar. Sin embargo, a manera de exorcismo, le puedo contar que ahora la relación se reduce solo a lo comercial, como Tom Cruise y Katie Holmes. Ya no vivimos juntos, pero su contrato con Mattel lo obliga a estar en uno que otro lanzamiento de cualquiera de mis modelos. Él “salió del armario” y ahora disfruta su homosexualidad plenamente. Una amiga me contó que vive en Sitges con su nueva pareja, Woody, el vaquero de Toy Story.

Si no fue Ken, entonces ¿cuál es su hombre ideal?

De carne y hueso, el ‘Papi’ Silvio Berlusconi. Es tan culto, imagínese que sabe contar hasta 10. Y entre los colegas, Pinocho… con esa nariz para que olfato.

¿Conoce a ‘Uribito’, el muñeco del presidente de Colombia, Álvaro Uribe?

Sí, me lo presentaron en Caracas, en una fiesta que organizó su colega ‘Chavecito’. Me llamó la atención que fuera tan pequeño, solo mide 30 centímetros frente a los 51 de ‘Chavecito’. Creo que la prensa de su país lo hace ver más grande de lo que es en verdad. Es un juguete que me aburrió porque solo habla de guerras, bandidos y “trabajar, trabajar, trabajar”. ¡Ah! y de caballos. Es perfecto para que me cuide un rancho que tengo en Texas.

En el mundo del espectáculo se dice que usted tuvo un romance con Chucky…

Sí, pero a él le gustaba el sexo violento, y siempre estaba con ese cuchillo. Era una relación amorosa muy difícil de llevar. Es muy diabólico. No quiso casarse por la iglesia, por eso terminamos. Solo le gustan las diablas tipo Dolly Monthly, ¿recuerda esa modelo que fue portada alguna vez de la revista El Gusano?

¿Dolly Monthly? No… Pero ya que habla de amor, ¿qué significa ese sentimiento para usted?

Es muy difícil responder eso, pero le puedo decir que el amor, en cuanto a lo que a mí me toca, se reduce a que alguien que me vea en una vitrina, me compre por cierto precio y me lleve a vivir a su casa. Pueden creer que soy materialista, pero para que no se equivoquen y piensen otra cosa, de una vez les digo que sí, soy materialista.

¿Materialista histórica como Marx?

No, simplemente, materialista como Barbie.

Seamos materialistas como Barbie, un piropo para no olvidar…

Jijiji… uno que me llega al corazón: “Adiós, muñeca”.

A usted la han vestido los principales diseñadores del mundo, ¿se siente un ícono de la moda?

No. Como dice la canción de La Oreja de Van Gogh: “Mis ojos son dos cruces negras / Que no han hablado nunca claro, / Mi corazón lleno de pena, / Y yo una muñeca de trapo”. Eso soy yo.

Es una letra triste…

No puedo vivir una vida normal. Siempre he tenido una nube de gente, de periodistas, como usted, siguiéndome y preguntando… a veces me da envidia del anonimato que gozan otras de mis colegas, por ejemplo, las muñecas inflables o hinchables. Ellas van por el mundo y nadie les dice nada. Yo quiero esa libertad para mí. No quiero que me vistan, quiero que me desvistan y punto.

Los amigos de Pepe Fútbol Club

Si al defensa del Real Madrid que, según muchos y él mismo, perdió la razón durante el partido contra el Getafe, en una acción en la que empuja, patea (hasta dos veces), pellizca y pisa a Casquero; le da un puñetazo a Albín; y termina gritándoles a los árbitros “son todos unos hijos de putas” -todo esto en menos de dos minutos-; sí… si a el mismísimo Pepe le da por hacer un partido en contra de la violencia en el fútbol, como forma de exorcizar sus minutos de gloria antideportiva -no está demás decir que el dinero recogido sería en beneficio de sus propias víctimas-, Desde la multitud le quiero ahorrar al portugués compungido el trabajo de pensar quienes podrían integrar su equipo. 

Repasando archivos y recurriendo en algunos casos a la escasa memoria, logré definir un once -resultó un trece- que espantaría hasta el mismo demonio que hace unos años protagonizó un comercial de Nike en la T.V. Aquí va pues mi propuesta para el querido Pepe:

En el arco, desde Alemania vendría Harald ‘Toni’ Schumacher. Portero con aires de dentista. Era tal su manejo del área que, dentro de ella misma y con la pelota en movimiento, dedicaba parte de su tiempo en el juego a extraer muelas y dientes de sus rivales. Su caso más exitoso me lleva a Sevilla, en la semifinal del Mundial de 1982, que su selección disputó contra Francia.

 

Así fue: Michel Platini metió un balón profundo, en el área alemana, a Patrick Battiston. Manfred Kaltz no llegó a cerrar. Solo quedaron el buenazo de Patrick y el ‘sacamuelas’ Schumacher. El francés alcanzó a tocar la pelota y fue en ese momento, cuando la rodilla derecha del guardameta alemán conectó con la mandíbula del galo. ¡K.O. fulminante! Sin sentido y sin haber anotado, el jugador ‘bleu’ cayó al suelo. Schumacher, a quien el árbitro ni siquiera le llamó la atención, quiso reiniciar de inmediato el partido, mientras entraba la camilla por Patrick. Hoy todavía los cuidadores del césped en el Sánchez Pizjuán, siguen encontrando dientes del malogrado Battiston.

Un suplente ideal para ‘El loco’ Schumacher sería su alumno aventajado: Gastón Sessa. Este portero, quizás queriendo homenajear al primero, en un partido de su Vélez Sarsfield contra Boca Juniors, en la Copa Libertadores de 2007, salió a cortar un pelotazo en su área, levantó la pierna derecha, cual karateca, y le marcó los tacos de su botín en la cara de Rodrigo Palacio. Uno, en el pómulo derecho; el otro, en la frente… “quise sacarle una mugre que le había caído en su ojo”, pudo haber explicado en su defensa el ‘Gato’ Sessa ¿Alguien le habría creído? Aquella noche, por esa acción, el árbitro lo expulsó y pitó penal.

En defensa, queriendo proteger a los jugadores del equipo contrario de cualquiera de este par de arqueros, he puesto, como dirían los expertos del fútbol, una “muralla infranqueable”. Una pared que ni juntos los muros de Berlín y el que divide a árabes y judios, entre Cisjordanía e Israel, podrían equipararla.

Claro está, el eje sería Pepe, por muy arrepentido que se muestre, con su acción y las 10 fechas de sanción, ya se ganó su lugar en la historia. Junto al central luso, el cuatro defensivo lo completarían, por su talento para espantar y romper rivales, Vinnie Jones, Andoni Goikoetxea y Marco Materazzi. ¿Quién pasa? Ni la Wehrmacht alemana en la Segunda Guerra Mundial.

El galés Jones hizo tan bien su papel de jugador sucio en el fútbol británico que extendió su carrera al cine. No está demás decir que en roles de villano (Snatch y X-Men 3, entre otras cintas). Además de la foto que le dio la vuelta al mundo, en la que se ve estrujándole los huevos a Paul Gascoigne, sus entradas con la pierna en alto se hicieron famosas y hasta fueron declaradas “planchas de autor”. Un técnico justificando la contratación de Jones dijo: “Yo no busco chicos para que se casen con mis hijas, busco jugadores que sepan hacer su trabajo”. Jones tenía muy claro cual era el suyo: destruir al rival.

De Goikoetxea, quien más lo recuerda es Diego Maradona. El vasco que ya tenía en su prontuario haber lesionado, dos años antes, a Bernd Schuster, volvió por sus fueros naturales. El día de la Mercé de 1983, en el partido que enfrentó al Barcelona contra el Athletic de Bilbao, la víctima fue el ídolo argentino. Maradona recibió una pelota en la mitad de la cancha y antes de que pensara cuál sería su destino, con la misión de marcarlo, Goiko llegó como un cohete obuz que hizo blanco en el tobillo del ‘Pelusa’. Lo voló en mil pedazos. Por esta acción, el diario londinense The Times, en el 2007, lo declaró el jugador “más duro”  en la historia del fútbol. ¡Vaya título!

En el caso de Materazzi, las cosas son irónicas y hasta extrañas. Famoso por su dureza, por sus planchas y por sus pocos amigos dentro del calcio italiano (Pipo Inzaghi, Andriy Shevchenko y Rui Costa, entre otros, pueden dar razón), el defensa italiano del Inter de Milán y de la ‘Nazionale Azurra’ se convirtió en víctima de sus propias palabras, cuando Zidane le estampó un cabezazo en su pecho en la final del Mundial de Alemania 2006. Desde allí… Marco, ‘El anikilador’ sigue yendo igual. Rodillas, tobillos, canillas, son su objetivo. Si se cruza una cabeza, pues también. Nunca la pelota. Si la toca es por accidente.

La mitad del campo de Los amigos de Pepe FC (LAPFC) está clara. Se necesita alguien que piense, que juegue un poco, pero que no desentone con los demás. Eso, además de apretar al árbitro. Por si las decisiones del colegiado son injustas. Para ello nadie mejor que el bulgaro Hristo Stoichkov.

Conocido por su fuerte temperamento y la facilidad para irritarse dentro del campo, el “bulgaro loco” es recordado por una sanción de seis meses -que luego se reduciría a dos- por pisar al árbitro Urízar Azpitarte, en un partido de la Supercopa de España, contra el Real Madrid, en 1990. Todo por estar en desacuerdo con la expulsión del entonces técnico del FC Barcelona, el mítico Johan Cruyff. Tras el pisotón, el jugador también tuvo que salir del campo ese miércoles 5 de diciembre. Y Urízar fue intervenido al alimón, por lo médicos de los dos equipos rivales.

Para evitar estas salidas de madre de Stoichkov, el bulgaro estaría secundado por dos cuasi desconocidos, pero no por eso, menos duros que los anteriores.

El primero sería Thomas Gravesen. Un danés llamado ‘El ogro’, que dio sus primeras patadas en su natal Vejle. Además de ser el inventor de la ‘gravesinha’, un amago de plancha en el que medio cae de rodilla -sí, una sola- para luego levantarse y salir jugando -todo un crac, digo, por el sonido de su propia rodilla al golpear el suelo-, pasó a los anales del fútbol como “el más sucio de todos los sucios”. Tanto que ni en los entrenamientos sus compañeros se libraban de su juego. Mientras ellos entrenaban con la pelota, el danés la emprendía a golpes… “Bueno, también tenía que practicar”, diría en su defensa.  Una de sus víctimas fue Robinho en la pretemporada de 2006, con el Madrid, pero el brasileño respondió y Gravesen después terminó yéndose al Celtic de Glasgow.

Y el segundo de Stoichkov, en la mitad del campo de LADPFC, sería Martin Taylor. Muchos se preguntarán quién es, de dónde es, Martin qué. Bueno, si les digo una fecha: 28 de febrero de 2008. Un campeonato: Premier League. Dos equipos: Birmingham City y Arsenal. Dos huesos rotos: tibia y peroné. un Nombre: Eduardo Da Silva. De inmediato se acordarán de la entrada de Taylor contra el brasileño nacionalizado croata, que lo tuvo fuera de las canchas durante un año. “Si no hubiera sido atendido de manera rápida, hubiéramos tenido que amputar”, dijo el médico que trató a Eduardo en Londres. A Taylor lo sancionaron con tres fechas. No hay que escribir más.

Pero como cualquiera de estos tres (Gravesen, Taylor y Stoichkov) pueden dejar al equipo con 10 hombres -yéndonos bien, porque fácilmente todo este mediocampo podría salir expulsado en una misma jugada de un mismo partido-, he escogido un suplente a su altura, para tapar cualquier hueco. O abrirlo. Como fue el caso de Diego Pablo ‘Cholo’ Simeone contra Julen Guerrero, cuando en 1996, en el partido que enfrentó al Atlético de Madrid y el Athletic Club de Bilbao, el argentino abrió con su taco el muslo -dos centímetros- del vasco, que necesitó tres puntos de sutura… ahí está, el suplente ideal.

Arriba, la cosa (no) pinta mejor. Habilidad y dureza. Dureza y Habilidad. Una tripleta de buenos-malos o malos-buenos, llámelos como quiera. No abundan, pero tampoco faltan.

Delantera que lidera Éric Pierre Daniel Cantona. La punta del iceberg de su prontuario lo muestra un 25 de enero de 1995. Esa fecha, jugando para el Manchester United, el ‘demonio rojo’ fue expulsado por darle una patada, tras un forcejeo, al defensa del Crystal Palace Richard Shaw. De camino al camerino, desde la grada, un hincha del Palace lo insultó. Como respuesta, monsieur Cantona se elevó desde el campo para golpear al fanático Matthew Simmons, que se llevó sendas patadas al mejor estilo del kung-fu. El delantero fue castigado con siete días de cárcel -solo pagó uno-, obligado a prestar 120 horas de servicio comunitario y sancionado en la liga inglesa durante 10 meses. “¿Mi mejor momento futbolístico? Pues fue cuando le pegué a ese holligan“, respondió en una entrevista.

Junto a él estaría el brasileño Edmundo, conocido en su país como ‘El Animal’. Su habilidad con el balón era directamente proporcional a lo que hacía en una cancha con puños, manos, patadas, pies, lengua, boca, en fin… con lo que le valiese de arma para enfrentar al rival. Un verdadero maestro -para no seguir- en el arte de humillar y provocar al contrario. Clásicas son las tánganas, entre muchas, que originó, como las de partidos que enfrentaron a Palmeiras -uno de los muchos equipos en que jugo- contra Sao Paulo, en 1994; o la de la Supercopa Suramericana, en 1995, que involucró al Vélez Sarsfield y su Flamengo. Eso sí, respaldado, en este última, por Romario.

Para terminar esta convocatoría al LAPFC. El elegido es el paraguayo Roberto Cabañas. De similares características que el anterior. Buen jugador pero un provocador por naturaleza. Sus peores armas, los codos. De acuerdo con las palabras de este guaraní, nada más ni nada menos, Pelé fue quien le enseñó a utilizarlos.

En entrevista con el periodista argentino Alejandro Fantino, que reprodujo el portal ultimahora.com, así lo confirmó el ex jugador de Cerro Porteño (Paraguay), Cosmos (EE.UU.), América (Colombia), Brest y Lyon (Francia), Boca Junior (Argentina), Barcelona (Ecuador), Libertad (Paraguay), Medellín y Real Cartagena (Colombia). “Cuando estaba en Nueva York, yo miraba los videos de Pelé. Una vez él tiró un codazo y todos hablaban del codazo de Pelé. Y un día me tocó preguntarle cómo era que él pegaba. Y me dijo “Cabanás”, porque el me decía así, y me empezó a mostrar la técnica del codo, porque él no soltaba el codo. El me explicó la técnica. Entonces, fui y la utilicé muy bien en Argentina; porque allá el fútbol es muy competitivo, hay mucho roce, mucha fricción y realmente empecé a utilizarlo”.

Repasemos la alineación de LAPFC: Portero, Harald Schumacher; defensas, Vinnie Jones, Pepe, Marco Materazzi y Andoni Goikoetxea; mediocampo, Martin Taylor, Thomas Gravesen y Hristo Stoichkov; delantera, Eric Cantona, Roberto Cabañas y Edmundo. Suplentes: Gastón Sessa (portero) y Diego Pablo Simeone (mediocampista).

Además de encontrar un equipo que se les quiera y pueda enfrentar -sacrificar, sería el verbo correcto-, solo falta el director técnico. ¿Usted a quién postularía? ¿Bilardo? ¿Dunga? ¿Nereo Rocco? ¿Uno de la escuela del catenaccio italiano? Bueno y si tiene más candidatos para integrar el equipo Los amigos de Pepe Fútbol Club, ¿quiénes serían y por qué? La pelota está en juego… ah! y no olviden, también las canillas, rodillas, tobillos y cabezas.