Eco descubrió su ‘cementerio’ en España

El cementerio de Praga, según su autor, no es una novela antisemita ni es contra los jesuitas. Solo es una historia que tiene como eje central las falsificaciones en el siglo XIX. En especial sobre Los protocolos de los sabios de Sión. Desde la multitud estuvo en la presentación de Barcelona.

–Vostè és l‘últim? –Me preguntó la señora de sobretodo negro y pelo blanco. Seguía esa costumbre que tienen los catalanes -en el resto de España es igual. Más, si se está al sur- de que cuando llegan a un lugar, bien sea el banco, la panadería, la pescadería o la carnicería, no hacen fila sino que preguntan qué persona tiene el último turno. Luego, en un acuerdo tácito, se acomodan para esperar de manera paciente el llamamiento. Sin revuelos.

Le contesté que sí y se hizo detrás de mí. Esta vez sí había fila. La cantidad de gente en la sala de recepción de la biblioteca Jaume Fuster, en la parte alta del barrio de Gràcia, era demasiada para seguir el acuerdo, entrar al auditorio y lograr una de las doscientas sillas. Esta concentración de personas no se debía a otra cosa sino a la visita a Barcelona del semiólogo y escritor italiano Umberto Eco, para presentar su más reciente novela: El cementerio de Praga.

–¿Por qué le gusta Umberto Eco? –Le disparé a quemarropa a mi vecina de fila.

–¡Porque es un escritor del pasado! –No dijo más. La fila comenzó a caracolear hasta dejarnos dentro del auditorio. Quise interrogar a la señora de sobretodo negro y pelo blanco sobre su respuesta. ¿Qué es ser un escritor del pasado? En eso pensaba cuando Eco, el escritor del presente, subió al escenario acompañado de Mònica Terribas, directora del Canal TV3, quién iba a ser la sparring en esta charla sobre la novela. No tuve tiempo para más sino acomodarme, escuchar y tomar nota.

El autor de El nombre de la rosa, El péndulo de Focault y un sinnúmero de ensayos vestía un traje azul oscuro, una corbata en el mismo tono con figuritas en forma de diamantes de color verde y camisa celeste. No tenía su gabardina ni su sombrero y menos su barba gris que le completaban hasta hace poco un aspecto de detective de una serie policíaca gringa de los años 70.

Seis años le tomo a Eco investigar y escribir El cementerio de Praga. Una novela que se mueve alrededor de Simone Simonini. “Quise dibujar al personaje más cínico y antipático de toda la historia de la literatura”, dice con la pretensión de alguien que ha trabajado mucho para alcanzar su meta. ¿Lo logró? No se sabe, cada lector deberá responder esa pregunta. Lo único seguro es lo que cuenta el escritor sobre que Simonini es misógino, odia a los judíos, es autor de muchas falsificaciones y complots y muy glotón. “Si comiéramos todo lo que él come, seguro moriríamos”.

La historia de esta novela se desarrolla en el siglo XIX y tiene como eje central cómo se elaboraron y surgieron Los protocolos de los sabios de Sión, el libro antisemita por excelencia. “Una publicación que muchos interesados quisieron hacer pasar por verdadera, pero no era más que ficción y sátira. Como ya lo demostró el diario inglés The Times, que publicó, en los años 20, que todo era una falsificación”, explica Eco en su italiano con acento piamontés, mientras se acomoda el micrófono que cuelga de una diadema plástica a su cabeza.

La nueva novela de autor de Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas (1965) saca también a la palestra esa vieja pregunta que, con los cables de Wikileaks colgados en Internet, está muy en boga por estos días. ¿Quién dice la verdad en el mundo en que vivimos? El profesor nacido en Alessandria un 5 de enero de 1932 tiene claro su idea frente a la web de Julian Assange. “Todo lo que publican allí ya era sabido por todos. No hay nada nuevo. Además, el poder no siempre es malo y necesita de cierta reserva”.

Lo que sí remarcó el escritor en su charla es que hay que tener mucho cuidado con las falsificaciones. “Ha muerto mucha gente por informaciones falsas o inventadas. En nuestro tiempo solo tenemos que remitirnos a George W. Bush, en Estados Unidos, y la hipótesis de las armas de destrucción masiva que, en su momento, dicho gobierno argumentó como verdad para invadir a Irak y comenzar esa guerra”.

El cementerio de Praga se desarrolla en el siglo XIX, pero no es una novela realista del tipo Balzac, que trata de mostrar de manera minuciosa y detallada la belleza de la época, sino más bien responde a un género que mezcla el drama, lo policíaco, la novela de espías, y el folletín, para enseñar lo turbio y lo oscuro de esos tiempos. “Es una novela de ficción en el que el único personaje inventado es Simonini. Los demás son reales”, asevera Eco. Así Simonini hasta se cruza en Viena con un médico que se apellida Freud, que les receta cocaína a sus pacientes para contrarrestar cualquier dolor y que le confiesa que no está interesado en trabajar nada relacionado con el sexo.

Observando al público de la misma manera que fija su mirada delante del lente de mi cámara, mientras disparo el obturador, sabiéndose visto no como un escritor sino como una figura que raya en los límites del pop, Eco toma el libro que tiene en frente sobre una mesa, lo abre y busca un pasaje en el que lee una frase dicha por Simonini: “La civilización nunca alcanzará la perfección mientras la última piedra de la iglesia no caiga sobre el último cura y la Tierra quede libre de esa gentuza”.

La cita le sirve para explicar que no hay que confundir nunca las opiniones de los personajes con las del escritor de ficción. “Hay tres niveles –explica–: el autor, el narrador y los personajes. Cada uno piensa y habla distinto el uno del otro. Eso hay que tenerlo claro”. Por eso le tienen sin cuidado las críticas que ha recibido de L’Osservatore Romano, el diario de El Vaticano, que dice que la novela se centra en  el antisemitismo de los jesuitas. “Eso solo ha hecho que las novela se venda más en Italia”, dice y se echa a reír. Hasta la fecha, en ese país, ya se han vendido más de 600. 000 mil copias.

“No entiendo cómo, con un protagonista tan antipático, se vendan tantos ejemplares… ¿Se han vuelto locos los italianos? A lo mejor sí porque votan a Berlusconi”, le respondió antes de esta visita a la reportera Olga Pereda, de El Periódico de Catalunya, en Madrid.

Por eso, lo que sí no puede evitar el autor, que no deja de mover sus manos mientras habla, es que, si su novela trata del poder, las mentiras y las falsificaciones, no le pregunten por Silvio Berlusconi, actual jefe de gobierno en Italia. “Llevo solo unos días en España y siempre me interrogan por lo mismo. Estoy convencido de que si hubiera escrito un libro sobre química, la primera pregunta sería “¿qué piensa de Berlusconi?”. Ahora creo que debí escribir un libro sobre Berlusconi para que me preguntaran acerca de la química”.

Al terminar de decir esto, Eco sonríe de nuevo, se queda callado y mira cómplice a su pareja en el escenario, Mónica Terribas. La directora de TV3, el canal público de Catalunya, advierte al público que debido a su apretada agenda, el autor no tendrá tiempo para responder preguntas de los asistentes y menos firmar libros. ¿A esto se refería la señora de sobretodo negro y pelo blanco cuando dijo que le gustaba Eco por ser “un escritor del pasado”? No sé, tendré que buscarla para que me lo explique.

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