El museo de los humano… demasiado humano (léase: el museo de lo inútil)

Curiosidad. Morbo. Excentricidad. Llámese como se le quiera llamar, no deja de causar cierta hilaridad, con todo el respeto que se merece, la noticia de que en México recuperaran la silla de montar de Emiliano Zapata y ahora esté expuesta en una de las salas del museo de Tlaltizapán. ¿Será tan difícil de encontrar como de pronunciar?

Allí, a ojo de todas las personas que visiten el lugar, se puede ver la montura que llevaba el caudillo de la Revolución mejicana de 1910, cuando fue emboscado y asesinado sobre su caballo ‘As de Oros’. También se podría decir, de la forma más castiza, ahí está al alcance del culo de todos, pues no faltará el que, al mejor estilo de una foto “yo estuve en…”, quiera medir sus posaderas y delirios de grandeza con las cualidades del líder revolucionario.

Algunos expertos podrán argumentar que se trata de un objeto de “alto valor histórico”, puede que sí. No lo discuto. Pero para mí no fue sino la diana de las flatulencias de Zapata en sus largos peregrinajes por los caminos aztecas. Ignorante, me dirán otros, pero pregunto: ¿Qué más se podría esperar, después de engullir unos tacos con frijoles refritos y mucho guacamole, yendo a todo galope, persiguiendo o huyendo del enemigo?

Por eso la silla, descrita por Joaquín Ibarz, corresponsal en México del periódico catalán La Vanguardia , “de plata repujada, latón, telas y cuero”, me lleva a viajar en el tiempo y pensar en la posibilidad de un museo de lo inútil. Un museo en el futuro de cosas utilizadas por líderes y presidentes en el mundo contemporáneo, solo para demostrar cuán humanos somos. Cuán estúpidos seremos. Y qué tontos fuimos.

Sí. Un lugar donde quepan todo tipo de despropósitos y de materiales que buscan enaltecer a un ser de carne y hueso. Un chéchere o viejera, como le dicen en Colombia, cuyo fin normal sería el trasto de la basura o un ‘Mercado de la Pulga’, en Bogotá, o un ‘Mercat dels Encants’, en Barcelona; pero que, con la vanidad y el “sentido histórico” sumados, queda para glorificar a una persona. Un transeúnte por este mundo, como todos las demás, común y corriente, como usted o como yo, de carne y hueso. Eso sí, con algo más de prensa.

De mi parte, votaría para estuvieran, en una especie de ‘Sala Colombia’, y para que los vayan guardando de una buena vez, y así evitar imitaciones chinas, el sombrero aguadeño del presidente de Colombia, Álvaro Uribe; el smoking que usó -hecho a la medida de uno de su hijos- y que le quedó pequeño, en una de las tantas recepciones con el rey Juan Carlos; y la toalla de Manuel Marulanda Vélez, ‘Tirofijo’, el fallecido ex comandante de las Farc, que aparecía en alguno de sus hombros, como una de sus más cercanas consejeras…

¿Usted que pondría? Si no se anima, a modo de ejemplo, le puedo sugerir que la sudadera (o chándal) Adidas con la (el) que Fidel Castro aparece cada tanto, tras su larga enfermedad, es una buena opción. ¿Tiene más sugerencias? Pues entonces, ¡escriba!

6 Replies to “El museo de los humano… demasiado humano (léase: el museo de lo inútil)”

  1. yo aportaría una pirámide, para recordar lo único que hizo caer el poder de Uribe en este país. Yo sí sabía que las pirámides eran mágicas, ¡pero no tanto!

  2. yo aportaria uno de los mechones que le quitaron al nuevo Dios de los colombianos David Murcia Guzman…el promentió que cuando le vuelva a crecer el pelo devuelve la plata a los incautos e irrestrictos seguidores de DMG.

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