La ruta del fútbol en Barcelona*

Barcelona es una ciudad turística. Hay rutas para todos los que llegan: ruta modernista, ruta literaria, ruta del vino, ruta cinematográfica, ruta medieval, ruta de bodegas, ruta de cementerios. Y, gracias a los títulos del equipo dirigido por Pep Guardiola, y al moderno estadio del Espanyol, en Cornellà-El Prat, se podría tejer una línea imaginaria que conecte a estos dos puntos, para aprovechar una visita de 48 horas y dedicársela solo al fútbol. Haga una pared con la ciudad y grite gol.

La sensación que todavía recuerdo de la primera vez que entré al Camp Nou fue de mucho frío. Entré para ver un partido de fútbol, F.C. Barcelona-Getafe C.F. El resultado fue un empate a un gol: Manu, por el visitante, y Keita, por el local, anotaron los tantos. Recién había aterrizado en la ciudad ese otoño. Se jugaba la Liga 2008-2009 y el equipo dirigido por Josep Guardiola, aún con pelo y en su primera temporada, comenzaba su camino hacia la cima del fútbol mundial.

Hoy, cuatro años después, con la friolera de trece títulos en sus vitrinas (catorce si ganan la Copa del Rey), conseguidos durante este tiempo, el F.C. Barcelona, Pep Guardiola y Lionel Messi han hecho de la capital catalana un nuevo y obligado destino para todo hincha del balompié. ‘La Meca’ de este deporte. Una ciudad que todo amante del gol, como máxima manifestación del fútbol, para confirmar su fe frente al balón, debe visitar al menos una vez en su vida.

Así Barcelona, esta ciudad sin río pero con el Mediterráneo como cómplice, por la que desfilan un sinnúmero de personas todo el año, sin importar que haga frío, llueva granizo, suba la temperatura o caiga nieve, se ha sumado como el cuarto punto cardinal que le faltaba al eje futbolero que conforman Buenos Aires, Río de Janeiro y Londres. Ahora sí, los cuatro punto cardinales que le señalan el camino a peregrinar a cualquier hincha, forofo, tifossi o torcedor, de estadio en estadio, de cancha en cancha, están completos.

Si a Buenos Aires la desborda la pasión con que se vive el fútbol; y Río de Janeiro siempre es una fiesta carioca alrededor de la pelota y el Maracaná; y Londres es una cita fija para ver campos con vida y estadios con personalidad, en cada barrio, donde todo huele a césped recién cortado; Barcelona es una oda al fútbol y en sus calles también se vive y respira ambiente de vestuario, clima de partido.

Hacerse a una boleta de fútbol es fácil. Se compran por Internet, bien sea para ver a los azulgranas del F.C. Barcelona en el Camp Nou o a los blanquiazules del R.C.D. Espanyol en el estadio de Cornellà-El Prat, con precios desde los 30 o 40 euros. Claro está, para visitas de mayor abolengo, tipo Real Madrid, en caso de partido contra los culés, un tiquete puede llegar a costar 800 o 1000 euros en la reventa, por las calles alrededor del estadio. Así que si está preparado y lleva ese dinero en su billetera, no se preocupe por comprarla de forma anticipada a través de la red. Llegue con tiempo pero no intente regatear mucho. Como dirían en catalán “Tu mateix” (“Tú mismo”). Los revendedores son duros y duchos en el asunto, siempre le dirán que si no se la lleva, esa boleta les durará poco en sus manos.

Antes del partido es religioso un buen vermut, acompañado de aceitunas o anchoas, tortilla de papa y un crujiente sánduche de jamón ibérico. Este avituallamiento lo dejará a tono para aguantar los noventa minutos y correr más que Messi y Ronaldo juntos. La tradición no se improvisa. ­­­

Pero si no tiene, durante su visita, la suerte de una fecha de la Liga o eliminatoria de la Copa del Rey, tómeselo con calma, como si fuera a patear ese penal que decide un campeonato. Nada mejor, para empezar su recorrido, que un itinerario más íntimo y  personal, desde los lugares fundacionales de los clubes y rivales en la ciudad.

En el caso del los culés, una pared en el barrio el Raval, en la intersección de la calle Montjuïc del Carme y la calle Pintor Fortuny es el sitio para dar el punto de salida. Allí, junto a la nomenclatura en mármol que identifica el lugar, está la placa recuperada del antiguo gimnasio en el que Hans Gamper fundó al Barça. La placa la fijaron en homenaje a los cien años de creación de club, que se cumplieron en 1999. Fue en el mismo edificio, pero con otra fachada, cuando la fijaron primero en 1974.

En cuanto a los periquitos, así les dicen al equipo, hinchas y todo cuanto tenga que ver con el Espanyol, la plaza en honor a su fundador, Ángel Rodríguez, está ubicada en Sarriá. Es un desangelado lugar, detrás del Colegio Mayor Sant Jordi. Lo interesante del asunto es que está en medio de “Tierra Santa” futbolera. Pues es el mismo lugar que ocupó la cancha que fue propiedad del club entre 1923 y 1997, el campo de Sarriá.

Un estadio levantado en el triángulo de la avenida del mismo nombre, la calle General Mitre y la calle Doctor Fleming, que fue demolido para vender el terreno y pagar las deudas que acumulaba el club. Y si esto no le atrae como para pasarse por el parque y los cuatro o cinco conjuntos de edificios que lo rodean, quizás el hecho de saber que allí, sobre ese mismo terreno, Italia venció a Brasil, durante el Mundial de España 1982, por marcador de 3-2, en uno de los mejores partidos en la historia de los mundiales, le haga tomar el impulso necesario para pisar la misma hierba por la que corrieron Zico, Sócrates, Eder, Junior, Falcao y el gigante Serginho.

Con tiempo, puede cruzar la avenida de Sarriá y llegar hasta el bar Sarriá 82. Allí, mientras se toma una cerveza y se come un sánduche de chorizo, podrá escuchar en la voz del barman cómo eran los domingos de fútbol en el barrio. Talvez le cuenten más anécdotas de la tarde del verano de 1982, cuando los tres goles de Rossi mandaron de regreso, a Suramérica, a la mejor selección de fútbol de Brasil desde el Mundial de México 1970. Sí, más historias en viva voz de la tarde cuando los tres goles de Paolo Rossi catapultaron a la Italia de Enzo Bearzot hasta el título de ese campeonato.

*(Para seguir leyendo haz clic aquí, en DONJUAN (# 65, junio, 2012)

 

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