La soberbia del añoviejo

El añoviejo es un muñeco que, moribundo, según la tradición colombiana, representa todos los males que se han de quemar la Nochevieja, para no volver a saber de ellos y recibir el año nuevo con otras perspectivas y aires renovados. La costumbre manda a hacerlos con ropa vieja, en desuso. Sí, ese pantalón que el abuelo ya no viste o esa camisa que por la panza ya no le entra al tío. Algo de paja o aserrín ayudan a engordar la tripa del muñeco. Recuerde ponerle una máscara de algún personaje internacional. Le otorgará una imagen coyuntural y más actualidad al asunto. No está demás decir que se rellenan con petardos y pólvora de todas las formas que, tras encenderlo, lo hacen volar en mil pedazos la noche del 31, buscando exorcizar lo malo del año que termina. Un clásico, que hacían en la calle de mi infancia, era el añoviejo de Fidel Castro pero el comandante de la revolución cubana, además de haber sobrevivido a no sé cuántos presidentes de E.U. (¿10?) e infinitos supuestos atentados de la CIA (¿638?), este año que termina no es el mejor candidato. Así que para ir a la segura y hacer de su muñeco, uno bueno para explotar, uno que pague por la soberbia de haberse creído el dueño del mundo. Ahí están Mubarak, Bush padre o hijo, la Thatcher y otros más. Escoja el suyo, enciéndalo y feliz año.

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