Martín Caparrós: “Escribo porque es mi forma de estar en el mundo”

Desde la terraza del Hotel Condes de Barcelona, en el cruce del Paseo de Gracia con la calle Mallorca, se contempla un paisaje sin igual de la época modernista de esta ciudad. En primer plano la fachada de La Pedrera y, al fondo, La Sagrada Familia. Los dos edificios, ideados y construidos por Gaudí, también estaban aquí, cuando en 1980, Martín Caparrós llegó a Barcelona para probar suerte.

“En esta ciudad me fue mal y me fui sin saber adonde. Entonces estaba exiliado en España y unos amigos me prestaron una casa en Valsaín, un pueblo de Segovia, y ahí comencé a escribir mi primera novela”, recuerda el escritor argentino que, por su reciente obra Los Living, sucede al colombiano Antonio Ungar como ganador del XXIX Premio Herralde de Novela.

Caparrós, con su mostacho imperial, camisa, chaqueta y pantalón negro, está feliz. El cronista no niega esa alegría pues desde ahora forma parte del “Herralde Dream Team”. “¿Cómo decirlo? Uno se hace el tonto porque en un momento como este hay que ser caballero y mostrar cierta displicencia, pero a mí me importa mucho ganar este premio, que está más lejos del dinero y más cerca de las palabras. Me honra hacer parte de la lista de ganadores y la felicidad es completa, porque, mirá vos, fue en la edición 29, que es mi número de la suerte -nació un 29 de mayo de 1957-“.

Es casi medio día en Barcelona, ciudad a la que Caparrós ha regresado muchas veces, debido a sus numerosos viajes e incontables crónicas por el mundo. Bajo un tibio sol otoñal -la lluvia ha dado tregua-, en lo más alto de este hotel, que ocupa dos palacetes del siglo XIX, el autor termina una tapa de langostinos envueltos en hilo de papa con salsa tártara. Me da su mano de dedos flacos y largos. Nos sentamos a la sombra y comenzamos a hablar. Del premio, de la escritura, de la crónica y, por supuesto, de fútbol, con el hincha de Boca Juniors que lleva dentro.

Para un escritor y reconocido seguidor de Boca Juniors, ¿qué se celebra más, un campeonato de Boca o el Premio Herralde de Novela que acaba de ganar?
Sería muy populista decir que un título de Boca. Sin embargo, mirá vos, esto me da un placer mucho más personal y mucho más sostenido. Dentro de años seguiré recordado y será de algún modo constitutivo. Lo pensaba hace un ratito, hay amigos muy queridos que se ganaron este premio, Juan Villoro, Alan Pauls, y en varias situaciones, en las que hemos coincidido, dicen: “Fulano de tal, ganador del Premio Herralde”, eso es algo que va a seguir sucediendo durante años, es para toda la vida. Y eso tiene su fuerza. Lo que tiene en cambio, en contra, es que no hay un momento, como cuando, no sé, Palermo le hizo el tercer gol a River, el 24 de mayo del año 2000, en que sucede y ¡pum!

¿El éxtasis del hincha con el gol es más efímero que un premio literario?
¡Claro! El gol o el final de un partido importante es un momento extraordinario. En cambio, esto del Premio es como más lento. Te dicen: “Estás finalista”, “puede ser”, “bueno, deberías pensar en la posibilidad de ir”, pero no tienes ese momento del gol.

¿Dónde estaba? ¿Quién se lo comunicó? ¿En qué momento?
Lo que pasa es que es muy raro porque nunca me dijeron que me habían dado el premio. Siguen sin decírmelo (ríe). No, porque tienen su sistema rarísimo, de verdad, me habían dicho que tenía muchas chances y bueno, este, como estaba la posibilidad, me dijeron que si podía venir a Barcelona, para estar hoy aquí. Me mandaron un pasaje para que viniera, pero no me dijeron que lo había ganado. Y siguieron sin decírmelo, yo llegué el sábado y no me dijeron nada. Ni vi a la gente de Anagrama hasta hace una hora. En ningún momento me dijeron: “ya te ganaste el Premio, hasta que nos sentamos frente a la prensa y lo hicieron público”. Es más, cuando llegué y vi a Herralde, él me dijo: “Todavía estamos esperando el llamado de un jurado a ver si te lo ganaste o no”. (risas). Fue como una situación extraña, porque estaba casi seguro de que lo había ganado, porque sino ¿para qué me iban a invitar a todo esto? Pero podía que ser fuera un finalista y que hubiera otro…

¡Claro! que lo hubieran invitado a Barcelona para definir por penales…
Sí. (ríe).

Retrocediendo en su carrera, recuerda el momento en que escribió su primera novela y además de escribirla, publicarla, ¿cómo vivió ese instante?
Bueno, fueron dos novelas distintas. La primera que escribí no fue la primera que publiqué. Lo recuerdo mucho, la primera la escribí aquí en España, pero la terminé dos años después. Estaba exiliado aquí y no tenía contactos ni manera de hacerla publicar. Tenía 23 ó 24 años. Cuando volví a Buenos Aires, ya tenía otra, que también escribí aquí y conseguí un editor para esa.

¿En qué año regresó a Buenos Aires?
Volví en el… 83. Esa otra novela se llamaba Ansay o los infortunios de la gloria y esa fue la primera que publiqué, aunque fue la segunda que escribí. Y, claro, me acuerdo del día en que salió. Fui a la imprenta para ver los primeros ejemplares… para mi fue especial. Después la reeditó Seix Barral.

¿Por qué escribir? ¿Para qué escribir?
Escribo porque es mi forma de estar en el mundo. Hay gente que cuando se le ocurre algo, se le ocurre como un color o una forma, como una melodía, a esos los envidio muchísimo, a mí se me ocurren las cosas como frases y pienso el mundo en términos de frases. Entonces, lo único que sé hacer es poner frases. Una al lado de la otra. Me da mucho gusto hacerlo, me importa hacerlo y quiero seguir intentándolo, pero no para nada, sino porque es lo que hago. Ojalá sirviera para algo, pero no es eso lo que hace que lo haga. Lo hago porque me siento de mucho mejor humor, a las seis de la tarde, si durante el día escribí un par de páginas.

¿Alguien me dijo que esto de ser escritor era como ser Robín Hood… porque se trata de “robarle historias, quitárselas, a los ricos en ellas y entregárselas a los pobres… de historias. ¿Qué opina de esta metáfora?
Es simpática, pero no sé si estaría muy de acuerdo porque se me ocurren demasiadas objeciones para decir una por una. Pero, para empezar, uno saca historias de todos lados pero no necesariamente allí, en donde hay riquezas, uno es un depredador mucho menos discriminado, depreda por todos lados, empezando por uno mismo y aquellos que reciben eso, no necesariamente son los pobres en historias, sino cualquiera. No, no lo puedo pensar desde la distribución del relato. Me gustaría, pero no…

Además de la novela, usted es un maestro de la crónica, ¿el género de la crónica tiene el poder de engendrar varias novelas?
No, a mí no me pasa. A mí lo que sí me pasa es que hay cosas que se me ocurren para ficción y otras que se me ocurren para no ficción. Pero no es que, cuando voy a escribir una crónica, de pronto digo: “ah es que, con esto, en realidad podría hacer una novela”. Nunca me pasó. O que voy, como algunos dicen, compilando, este, historias o personajes que después pueda usar en las novelas. No, no me sucede. Sí me sucede que cuando se me ocurre un tema o una cuestión ya viene con la información de sí va a ser ficción o no ficción. No es que se me ocurra un tema y después diga “¿Qué hago con esto? Cuando se me ocurre ya es parte de una novela o de una crónica.

¿Más o menos, ya está preconcebido?
Sí, ya viene con todo el aparato, no incorporado, sino que forma parte de la idea el hecho de que sea una novela o una crónica.

Usted también es un apasionado por el fútbol… literatura y fútbol es un tema recurrente en su carrera. Y creo que concuerda con el escritor mexicano Juan Villoro en la idea de que es muy difícil hacer del fútbol, literatura, porque en sí, ya está contenida esa idea de épica dentro del mismo juego…
Sí, yo suelo decir que el fútbol es un relato tan bien armado que es difícil hacer de eso un relato por otros medios. Es un relato hecho de eso, de corridas, de pelotazos y de una épica propia que, después para trasladarla a otra, como es la estructura narrativa de un texto, tiene sus problemas. Pero, sin embargo, hay maneras de intentarlo. Ahora, ya que hablabas de Villoro, vamos a publicar el año que viene, una correspondencia (electrónica) que tuvimos durante el Mundial de Sudáfrica. Saldrá a mediados del 2012 y me da mucho gusto, porque hablar de fútbol es una excusa para hablar de todo. Y en esas cartas lo hacemos un poco.

¿Con qué editorial?
(Ríe) Ya te contaré. Hoy es un día Anagrama.

Ya para terminar… si pudiéramos hablar del Boca actual, ¿qué le pasa por la cabeza?
Bueno, siempre fue el equipo más popular de la argentina. Sabés que es muy curioso que en la historia del fútbol siempre hubo en las ciudades importantes el equipo popular y el equipo, por decirlo de una manera, más elegante. De una época, además, en la que había una, como decía entonces, una cultura baja y una alta, una cultura proletaria y una burguesa, porque estos equipos se consolidaron en los años 10 y 20 del siglo pasado, según la época en que la dicotomía entre esas dos formas culturales era muy visible y eso sucede en todos lados: aquí con el Barcelona y el Español, más o menos; en Madrid con el Real Madrid y el Atlético, sin ninguna duda; en Bogotá con Millonarios y Santa Fe, en Cali, la verdad no sé como es el asunto…

América es el equipo popular y el Cali, el de más abolengo…
O.K., pero eso se ha ido difuminando últimamente, porque se han ido rompiendo esas barreras. La cultura burguesa ha hecho propia la cultura popular, la ha mercantilizado, se la fagocitado de alguna manera y eso pasa también en el fútbol. Aún así, Boca tiene esa característica principal, pero se está deshaciendo. En el caso de Boca hubo un presidente, Mauricio Macri, que ahora es el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que decía claramente que quería transformar al equipo en un club fashion. Y, de hecho, en buena parte lo consiguió. Hasta aumentó el costo de las entradas. Tanto que muchos de los que van ahora a la cancha son turistas y algún día los demás se van a dar cuenta que los que tiene alrededor son australianos, franceses, brasileros. Pero es una pena, porque eso que te decía, que es lo primero que uno piensa cuando piensa en Boca, se está perdiendo y si este proceso sigue así, puede llegar a deshacerse. Y entonces, este, va a ser un despilfarro de 100 años de cultura popular…

Como los poetas recitan siempre sus versos, los futboleros recitamos alineaciones, ¿cuál de Boca es su favorita?
La que primero aprendí, que era la del 63 o 64: Roma, Silvero, Marzolini, Simeone, Rattín y Silveira, pero después ya se complica, de ahí para adelante, los otros cinco cambiaban más… y, sin duda, debería poder rehacer alguna de las alineaciones de Bianchi, que incluyen a los tres colombianos que fueron muy decisivos en la mejor época de Boca de toda su historia.

¿No le hace falta River a Boca en la Primera del campeonato del fútbol argentino?
Síiííí, qué se yo, hace falta, uno extraña un poco ver el Boca-River, pero el placer de verlos en la Primera B, es tan grande, que uno acepta que no se juegue el Boca-River. Es tan extraordinario. Es lo mismo que te decía con el Premio Herralde al principio, que capaz, dentro de 10 años, me van a presentar, no sé, en una universidad en Cali. “Martín Caparrós, ganador del Premio Herralde 2011, no sé qué…”, de la misma manera, River, dentro de 20 ó 30 años, va seguir siendo aquel equipo que una vez se fue a la B. Son cosas que no se terminan nunca, son placeres para toda la vida… infinitos.

Fotos de María Teresa Slanzi / Anagrama
Entrevista publicada en la revista Gaceta de El País.
(Domingo, 20 de noviembre de 2011).
Haz clic en el enlace y, cuando abra la ventana, si no se despliega la revista, dale enter en el mismo url, para ver la entrevista como salió publicada en la revista.

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