La pregunta NO es ¿estará Falcao para el Mundial? La pregunta es ¿llegará Colombia a Brasil?

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Falcao en el estadio de Cornellà-El Prat.

Después de asistir al estadio de Cornellà-El Prat, propiedad del RCD Espanyol, para ver el opaco empate a un gol entre Colombia y Túnez, bajé a la zona mixta del campo y vi salir debajo de una gorra de béisbol a Radamel Falcao García. Tenía el pelo recogido, vestía jean y un jersey azul y blanco. Salió de primero. Iba a la cabeza del desfile ante los medios que imploraban una declaración. “Marica, ahí va Falcao, y ya camina”, oí comentar con alegría a dos colegas de la radio, que quizás esa noche terminaron, en la Rambla de Barcelona, celebrando y brindando con absenta lo que habían visto. ¡El milagro! Falcao ya camina.

Claro, como no jugó, como está en proceso de recuperación de la lesión de su rodilla izquierda, el delantero del Mónaco no habló, siguió derecho. Los protagonistas eran otros. Uno a uno, titulares y suplentes se fueron deteniendo ante los micrófonos de los periodistas para dar declaraciones de un partido aburrido, lento y que no mostró en ningún instante esa Colombia punzante y eléctrica que nos vende la prensa desde el otro lado del Atlántico y que la clasificación FIFA señala como la quinta mejor selección de fútbol del mundo.

Uno a uno, James Rodríguez, Jackson Martínez, Abel Aguilar, Faryd Mondragón, Amaranto Perea, entre otros, fueron dando explicaciones de una Colombia irreconocible. Sí, fue un juego amistoso y para eso están ese tipo de partidos. Para detectar falencias y encontrar soluciones, pero haciendo a un lado esta historia, creo que a los jugadores se les está enviando un mensaje que los convierte en el equipo inseguro que vimos esa noche los que soportamos el frío del invierno en las tribunas del estadio espanyolista. Una selección que no apunta a nada. Un equipo preocupado por un futbolista lesionado. ¿Y los demás no juegan?

Y el problema, quizás radica en que Colombia, desde el presidente Santos a las cadenas de oración tienen superlativa preocupación por la puesta a punto de Falcao, de cara al Mundial de junio-julio en Brasil. ¿Llegará? ¿Se recuperará de su rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda? Se cuestionan todos los días. Y hasta rezan por él. La pregunta no es esa. Después de lo visto ante Túnez, la pregunta es: ¿llegará Colombia a Brasil? O ¿sólo será un equipo fantasma pensando en su 9 titular (lesionado)?

Por el bien de la Selección, de su rendimiento en el Mundial de Brasil, Falcao debería hacerse a un lado, recuperarse del todo, sin acelerar procesos. Y dejar que los Adrián Ramos, Teo Gutiérrez, Jackson Martínez, Vítor Ibarbo, Carlos Bacca, Juan Guillermo Cuadrado, James Rodríguez, Fredy Guarín, Pablo Armero, David Ospina, y los demás convocados, sean los protagonistas y encuentren su propio camino en Brasil sin el 9 del Mónaco. Porque ellos también juegan dentro del campo.

And the Oscar goes to… ¡Lance Armstrong!

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El protagonista de The Armstrong Lie debería estar nominado a los Oscar como mejor actor. Corrijo, el protagonista de The Armstrong Lie debería ser el ganador del Oscar en la categoría a mejor actor principal, durante la próxima ceremonia de los premios concedidos por la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de EE.UU.
Esa es la idea que me queda después de ver el documental de Alex Gibney. Película que el productor y director estadounidense comenzó a rodar cuando Lance Armstrong, el actor metido a ciclista, regresó a la bici y las carreteras, para competir en 2009. Todavía no había salido a flote la verdad sobre sus siete Tour de Francia y todo el prontuario en cuanto a trampas y coacción alrededor de su carrera, descubierto por la Agencia Antidopaje de los Estados Unidos (Usada, por sus siglas en inglés).
Gibney acompañó al entonces corredor del Astana y lo que pretendió hacer fue una película real sobre el regreso de esa especie de superhombre. El documental, que en principio tenía como título The Road Back, buscaba ser la frutilla del postre que todos los seguidores esperaban ver, después de que Armstrong ocupará el primer lugar de ese Tour. Cosa que no sucedió porque finalmente ganó su compañero de equipo Alberto Contador. Una historia de Hollywood pero real. Una historia que buscaba relanzar a Armstrong como el superatleta, pero al final se torció. O, mejor dicho, la historia se enderezó y toda la mentira alrededor del tejano prepotente salió a relucir. Gibney pensó en tirar todo el material a la basura. Pero cuando Armstrong fue entrevistado por Oprah Winfrey y reconoció su dopaje sistemático, el director cambió de parecer y se dio a la tarea de contar a su manera el engaño. También a él le había mentido.
Así el camino de regreso pasó a ser la mentira de Armstrong. Que no muestra otra cosa sino la actuación de un tipo en la vida real. Al que no le importa pasar por encima de todos y de las reglas en un deporte desacreditado. Actuación pura. Histrionismo real.
Por eso, el Oscar como mejor actor debe ser para él. Ya lo imagino subiendo las escalerillas del Dolby Theatre en la intercepción de Hollywood Boulevard y Highland Avenue, en Los Ángeles. Llegando hasta el atril en medio de aplausos, sonriendo y señalando a cualquiera entre el público, como sólo lo saben hacer los actores de verdad. Haciéndose el sorprendido. Lo veo recibiendo la estatuilla de parte de Scarlett Johansson o Leonardo DiCaprio. Luego, de entre sus bolsillos, lo imagino sacando un papel con la lista de agradecimientos y sin más, con su cinismo de siempre, diciendo: “Esto no hubiera sido posible sin la EPO, la cortisona y las transfusiones de sangre. Gracias a ellas por darme fuerza para ganar siete Tour de Francia”. ¡Actorazo!

La voz del Camp Nou

El estadio del Fútbol Club Barcelona tiene voz propia. Muchos la han escuchado pero pocos conocen el rostro de la persona que está frente al micrófono. Manel Vich está a punto de cumplir 76 años y su deseo de seguir siendo el locutor del Camp Nou es latente. En más de medio siglo, sólo un cáncer de riñón y las bodas de sus hijos han hecho que falte alguna vez a un trabajo por el que nunca ha cobrado. Crónica de un hombre a una voz pegado. Escrita para la revista Panenka, No. 27, de febrero de 2014.


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(Haz clic en la imagen o en el enlace, abajo,
para leer la historia completa en pdf).

Publicado en Revista Panenka No. 27, Febrero, 2014

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Veinte años sin (Alberto Pedro) Vivalda

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Desde que Alberto Pedro Vivalda
dejó la portería de Millonarios en 1985, el arco del equipo azul de Bogotá no tiene quien lo defienda. Sí, después del argentino han pasado, entre otros, Higuita, Basigalup, Jiménez, Cousillas, Franco, Córdoba, Irigoyen, Búrguez, Cuadrado, Delgado, Ramos, pero ninguno ha logrado volar tan alto como el arquero nacido en Buenos Aires, el 10 de febrero de 1956.
“El loco”, como le apodaron los periodistas en Colombia durante los tres años que fue titular de Millos (1982-1985), no solo por sus atajadas sino por su forma de vivir bajo los tres palos o sus salidas a mitad del campo, era eso.
Algunos atrevidos cuentan que la excursión de Higuita fuera del área en el partido Colombia-Camerún del Mundial de Italia 1990, que terminó con el gol de Roger Milla, fue un sentido homenaje de René a su mentor y de quién heredó el apelativo también de loco. Higuita era su suplente y alumno más aventajado en aquel Millonarios. Dicen que esa misma jugada la hizo Vivalda en un clásico contra Santa Fe. ¿Fue en 1983? ¿1984? ¿1985? El año poco interesa. Vivalda salió hasta la mitad del campo. Intentó regatear a Odine y Gottardi y perdió la pelota, que terminó de igual manera. Gol. Esa vez no fue de Camerún ni el portero era Higuita. El gol fue de Santa Fe y Vivalda el portero que lo sufrió. Millonarios perdió ese partido 2-3. Pero los aficionados perdonaron a Vivalda, porque resumía en su piel el espíritu de aquel Millonarios de José Omar Pastoriza. Riesgo, alegría, contrataque, velocidad y toque.
Recuerdo que de niño lo tenía en un póster fijado a una de las paredes de la habitación en mi casa de Palmira. En esa imagen, extraviada en el tiempo, viste buzo gris, pantaloneta y medias azules, y botines Puma. Está flanqueado por su defensa de entonces: Germán Gutiérrez de Piñeres y Miguel Augusto Prince, a su derecha; y José Daniel Van Tuyne y Hernando ‘El Mico’ García, a su izquierda. Sus ojos azules miran a un lado, evitando ser confrontado por el lente de la cámara. Dicen quienes lo tuvieron cerca que era tímido y callado. Quizás en el instante de esa foto se acordaba de una atajada-contrataque que le vi hacer en el estadio Pascual Guerrero de Cali. Esa tarde América recibía la visita de Millonarios. No tengo datos del marcador, pero en mi memoría quedó grabada la jugada. Tiro de esquina a favor del América. Juan Manual Bataglia chuta la pelota que se eleva buscando en el área la cabeza de Juan Martín Penagos. Pero en la trayectoria se cruzan las manos del portero que, impulsando su cuerpo, volaba como un pájaro, agarró y sostuvo el balón. Como un sostenido del baloncesto pero en horizontal. Y así como un pájaro, aún sin tocar tierra, sacó la pelota hasta la mitad del campo para sorprender a todos los contrarios e iniciar el contragolpe azul con su socio en la delantera, Alejandro Barberón. No sé cómo terminó esa acción. No me interesa ahora. El ¡uyyyyy! y el aplauso de todo el público en el estadio, que no era el suyo, me aturdió. Con esa jugada había tenido para saber qué era el fútbol para Vivalda. Sorpresa. Así se mató hace 20 años, el 4 de febrero de 1994, cuando se lanzó a un tren en la estación de Vicente López, Buenos Aires (Argentina).

Conociendo a Juan Manuel Lillo

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JuanMa Lillo, el día que fue presentado como
nuevo DT de Millonarios. /millonarios.com.co

¿Cómo jugará Millonarios en 2014? ¿Cuál será el planteamiento de Juan Manuel Lillo con el cuadro azul de cara a la nueva temporada? ¿Qué importará más: ganar como sea o practicar un fútbol que satisfaga a los ojos más exigentes? ¿Será Lillo otro apóstol más del jogo bonito? ¿Conseguirá la estrella 15?
Estos son solo algunos de los interrogantes que tanto la prensa especializada de Bogotá como los hinchas del equipo tienen al comenzar un año nuevo en el fútbol colombiano. Lillo aterrizó en la ciudad y tras su primera rueda de prensa, ante la pregunta sobre objetivos inmediatos, el técnico español de 48 años fue claro al decir: “no voy a vender humos”. Fue sincero.
Y aunque es difícil hablar de la metodología del nuevo entrenador embajador, hay formas para tratar de entenderla. Una de ella es leyéndolo. A través de sus propias palabras. Hace poco me topé aquí en Barcelona con ¿Y el fútbol dónde está? Una pequeña joya firmada por el técnico argentino Ángel Cappa, con prólogo de César Luis Menotti.
Gracias a Luis Alejandro Díaz, un bogotano que estudia un doctorado en fútbol y literatura latinoamericana en la Universidad Autónoma de Barcelona, llegó a mis manos un ejemplar de este libro, de la editorial Ficticia de México, bajo el sello Ediciones del Futbolista, de 2004.

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Ante tal documento, escribí a la editorial para solicitar el permiso de reproducir en Desde la multitud la charla que tuvieron a bien publicar en uno de los capítulos del libro. Su respuesta fue positiva. Haciendo clic sobre la imagen del libro, abajo, se puede leer la conversación entre Ángel Cappa y Juan Manuel Lillo. Una charla de dos apasionados por la práctica del juego. Dos defensores a ultranza del fútbol bien jugado. Quizás leyendo esta disertación, los hinchas azules, como Luis Alejandro y quien escribe estas líneas, podamos conocer un poco más al entrenador español y entender cómo jugará el Millonarios de Juan Manuel Lillo. O, por lo menos, tener pistas.

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Haz clic aquí o en la imagen para ir al documento.

 

Sostiene Pereiro (que así fue cómo vendió una etapa del Tour)

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Hincapié y Pereiro, etapa 15 del Tour de Francia de 2005.

(Con perdón de Antonio Tabucchi).

Sostiene Pereiro que fue un día de verano. Cuando se corría la etapa número 15 del Tour de Francia de 2005. Una magnífica tarde de calor, sol, bicicletas y mucha gente a lado y lado de las carreteras en los Pirineos. Parece que iba en la fuga buena de la etapa, que llevaba al pelotón de Lézat sur Lèze a Saint Lary Soulan, en la carrera francesa. Era el trayecto final de los 206 kilómetros de la jornada y Pereiro pedaleaba sobre su bicicleta BMC, vestido con los colores verde, blanco y amarillo de su equipo de entonces, el Phonak suizo. El viento soplaba y su maillot, que estaba totalmente abierto, lo dejaba ver como una mariposa que volaba sobre su bici. Lo llevaba así para contrarrestar mejor los casi treinta cinco grados de temperatura que marcaba el termómetro aquel día. Detrás, sólo separado por el tubular de la rueda trasera de Óscar Pereiro, un tal George Hincapié movía sus piernas largas para empujar los pedales y llevar su bicicleta Trek a la misma velocidad que la máquina del ciclista gallego.
Sostiene Pereiro que hubo un momento en que, a falta de un par de kilómetros para arribar a meta, el ciclista del Discovery Channel, primer gregario de Lance Armstrong durante ese y otros Tours, se animó a decirle algo en español. Idioma que Hincapié, a pesar de haber nacido en Estados Unidos, manejaba bien por sus padres colombianos. Sostiene Pereiro que Hincapié le habló de una suma de dinero. Pero explica que no entendió bien si era el precio que exigía el americano para dejarle cruzar a él primero la raya de meta o que la cifra hacía referencia a lo que Hincapié iba a pagar al ciclista gallego por dejarse ganar la etapa.
Sostiene Pereiro que no escuchó o no entendió bien lo que mencionó el ciclista del Discovery Channel, quizás por el bullicio y los gritos de los aficionados en las cunetas. Fue entonces cuando se preparó para disputar el sprint, convencido de que era él y no Hincapié quien iba a cruzar como primero la línea de llegada. Como ironía, huelga decir que Phonak, la marca que patrocinaba a Pereiro, vendía o vende sistemas para mejorar la audición en las personas. Ni siquiera la oreja gigante estampada en su maillot le sirvió para oír mejor.
Sostiene Pereiro que se sorprendió cuando, antes de que él cerrara su maillot para las fotos, vio que Hincapié se paró en los pedales para tomar más velocidad, salió por su derecha y lo paso para ser el primero en el podio. Hincapié ganó la etapa con un tiempo de 6 horas, 6 minutos y 38 segundos. Sostiene Óscar Pereiro que, pasada la meta, reclamó a Hincapié, pero éste le contestó que así lo habían arreglado y que le pagaría lo acordado. Con el desparpajo que lo caracteriza, el gallego contó al aire esta anécdota a sus compañeros de la Cope. La emisora para la cual trabaja como comentarista en el programa Tiempo de Juego. Y hasta se atrevió a decir que al día siguiente fue el hazmerreír y centro de burlas de todo el pelotón. Armstrong incluido. Éste se le acercó y dijo: “Fucking Pereiro, you idiot. Ha!”.
Sostiene Pereiro que cobró el dinero por la etapa que vendió, sin querer queriendo, a Hincapié. Sostiene que el enfado, por la que había liado el día anterior, lo hizo atacar, ser parte de la fuga -otra vez buena, junto al australiano Evans, el italiano Mazzoleni y el español Zandio- y disputar el final de la etapa en Pau. Era la número 16 de Tour 2005. Después de 180,5 kilómetros, Pereiro esta vez sí ganó en el sprint final. El derrotado fue Xabier Zandio, de Illes Balears. ¿Sostiene Pereiro que así fue, es y será siempre el ciclismo?

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Óscar Pereiro celebra la etapa que ganó en el TdF 2005.

La bici de Rigoberto Urán

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Rigoberto Urán aterrizó en Europa como ciclista profesional en 2006. Tenía 19 años y su primer equipo fue el italo-irlandés Team Tenax. Entonces montaba una Opera. Una bicicleta con cuadro de carbono, hecha por la misma Pinarello, que lucía los colores negro y verde de la escuadra dirigida por Fabio Bordonalli. Opera era una joven marca que la legendaria fábrica italiana de bicis buscaba potenciar en el mercado.
Así se puede decir que el ciclista, subcampeón del Giro de Italia 2013 y medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, casi siempre ha montado en su trayectoria elite una máquina salida de la factoría de Treviso. Sólo ha sido ‘infiel’ a esta marca, tras su pasó en el 2007 por el Unibet.com, equipo con licencia sueca pero estructura belga, que corría con Canyon, y con el que se hizo conocer tras ganar una etapa de la Vuelta a Suiza de ese año.
En el Caisse d’Epargne, entre 2008 y 2010, Urán comenzó su andadura real en una Pinarello. Con ésta marca alcanzó podio en la Volta a Catalunya, segundo, y Giro de Lombardía, tercero. Actuaciones que lo llevaron a recalar en el mejor equipo del mundo del ciclismo, el Sky inglés.
Allí, bajo la batuta de Dave Brailsford, del 2011 a 2013, conoció la Dogma de Pinarello. Una bici rígida en el plano, dócil cuando la carretera se empina y fácil de dominar en los descensos. Dando pedales, encima de una de éstas logró ganar una etapa de la Volta a Catalunya 2012, la medalla de plata olímpica de Londres 2012, una etapa en el Giro de 2013 y ese mismo año el segundo cajón en el podio, detrás de Vicenzo Níbali.
A sus 27 años, Urán se mueve como un veterano en el pelotón. De esa manera, este 2014 enfrenta el reto de liderar un equipo como el belga Omega Pharma Quick Step, bajo la dirección de Pactrick Lefevere. En el que comparte galones con Marc Cavendish, Tom Boonen, Tony Martin y el joven Michael Kwiatkowsky.
Y claro, cambiar de equipo supone muchas veces cambiar de bici. La máquina de Urán es el modelo Tarmac de Specialized. Equipada con ruedas Zipp, componentes Sram y cuenta kilómetros Polar Electro, la bicicleta estadounidense ya ha sido probada por el ciclista colombiano, tanto en el cuartel general de la compañía en California como en la reciente concentración del equipo en Europa. Él mismo ha comentado que se encuentra a gusto y que serán sus piernas las que respondan durante la temporada si puede sumar triunfos a su palmarés con la Specialized. ¿Extrañará la Pinarello? Lefevere, los colombianos y seguidores del ciclista por el mundo esperan que no.

Jorge Carrión: el coleccionista de Librerías

Como finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2013, el escritor español Jorge Carrión rinde un sentido homenaje a las librerías. En el libro, el autor -viajero consumado- recorre los cinco continentes para reflexionar sobre la vida de las tiendas de libros. Mientras en París o Nueva York algunas han pasado de ser centros culturales a íconos turísticos, en otras ciudades del mundo muchas cierran sin más remedio que el olvido. Entrevista.

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Publicado en revista Gaceta de El País, 8 de diciembre de 2013

 

¿@brazuca?

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La primera vez
que oí la palabra brazuca se la escuché decir a un amigo argentino en un partido de fútbol. Me sonó peyorativo. Fue en tono de insulto. Hace un par de años disputábamos un partido con mi equipo de entonces, Rosario Central de Catalunya, en el campeonato catalán de la Tercera Territorial. Mi compañero llegó a pelear un balón en una jugada dividida. Y el contrario, un jugador brasileño, entró con la pierna en alto, muy fuerte. ¡Falta! “Brazuca de mierda”, le soltó el argentino. Y brazuca quedó grabado en mi cabeza al lado de sudaca, el insulto preferido de los nacidos acá (Europa) para los nacidos allá (Sudamérica).
Y justo esa palabra, brazuca, fue la escogida para darle nombre al balón que ha sido presentado por Adidas como la pelota oficial del Mundial de Fútbol 2014 de Brasil. No lo entiendo. A mí me sigue sonando a insulto. Sin embargo, no piensan así quienes la escogieron y dicen que es un “gentilicio informal”. De acuerdo con una encuesta realizada por Adidas en Brasil, de 1.119.539 de personas que votaron en Internet, el 77.8% lo hicieron por Brazuca; el 14.6%, por Bossa Nova; y el 7,6%, por Carnavalesca. ¡Qué bonito hubiera sido hablar de Bossa Nova como pelota! Muy musical. Muy brasileña. En fin, en Río de Janeiro fue presentado, en el caso de llamarle balón, o presentada, si le decimos pelota, Brazuca. Entre las luces de la fiesta por su estreno oficial, la imagen que me queda es que a primera vista el balón podría ser fácilmente confundido con un globo de feria. De esos que se les escapan de las manos a los niños mientras prefieren asegurar la manzana caramelizada. (Ojo, con esto último no estoy hablando de cómo le ira a Messi en el Mundial). En fin, que fue presentado Brazuca y en una de las paredes del evento, se veía proyectado el @brazuca. Curioso entre a Twitter y vi que la cuenta que se identifica así: “I’m @brazuca. The official match ball of the 2014 FIFA #WorldCup. I tweet in English & Portuguese. Love me or lose me! Oh, and follow me. #ballin”; ya tiene más de 78.000 seguidores. Y, a su vez, sigue a 27 cuentas o perfiles. Por un momento pensé que entre los seguidos por @brazuca estarían el Jabulani de Sudáfrica 2010; TeamGeist de Alemania 2006, el Tango de Argentina 1978; el viejo Crack de Chile 1962, el Etrusco de Italia 1990, el Telstar de México 1970, y hasta el @Wilson de El Náufrago; pero no, @brazuca se olvida de sus raíces y sabe con quién juntarse. Entre sus seguidos están @SeppBlatter o @FIFAcom. Con esto queda claro aquella máxima que oí en un bar de Can Baró: “Tanto a la pelota como a los jugadores sólo se les sigue sobre el campo de fútbol, lo demás son insultos”.