La emboscada

Colombia cayó en la emboscada que Brasil le planteó en Fortaleza. De entrada, se sabía que iba a ser así. Toda la previa, Luis Felipe Scolari y los medios brasileños vendieron el partido de cuartos de final del Mundial como un espectáculo de buen fútbol a los ojos de los aficionados. Pero era solo eso. Populismo. Porque desde que Brasil perdió con Italia en el Mundial de 1982, el ‘jogo bonito’ no es propiedad ni práctica ni característica principal de los ‘verdeamarelhos’.

Se sabía eso. Pero Colombia cayó como un novato en el primer día de la universidad en la emboscada tendida por técnico y jugadores canarinhos. James, Cuadrado y los demás esperaban un juego abierto y de mucha calidad en ambos equipos. Estaban preparados para ello. Pero no fue así, Brasil salió hacer su trabajo. Más por miedo que por técnica y llevó a la Colombia de Pékerman a lo que más quería Scolari, la lucha cuerpo a cuerpo. Como el boxeador que es más fuerza y que, al verse limitado, busca llevar a su contrario a fajarse en el uno contra otro, olvidándose de la técnica.

Eso fue el duelo entre Brasil y Colombia. Un juego en el que primo más lo físico que la habilidad. De ahí que el primero haya perdido a Neymar. De ahí que en el segundo, James se tirara al piso a quitar un balón y cediera la falta para el gol de David Luiz.

Por los choques y ‘tackles’ pareció por momentos más un partido de fútbol americano entre los Rams y los 49ers. Cuando Colombia se quito el casco y el uniforme de los 49ers, al que la había llevado los Rams; perdón, Brasil, fue otra cosa. Ya cuando entró de nuevo en el juego, ese que le llevó a ganar contra Grecia, Costa de Marfil, Japón y Uruguay, era tarde. Brasil le ganaba 2-1. Con un primer gol que solo se lo hacen a un equipo de principiantes. Tiro de esquina al primer palo, la peina un futbolista para que entre otro, solo, al segundo palo y remate. Vale hasta con la rodilla.

Pero la Selección se recompuso y arrinconó a Brasil contra las cuerdas. James lideró el espíritu de remontada y anotó de penal. Con el cuchillo entre los dientes, los brasileños reventaban balones a cualquier parte del estadio. Queda la idea de que Colombia desperdició el primer tiempo y cuando pudo, el reloj no le alcanzó. Brasil, muy corto de juego, pero intenso, pasó. Colombia, temerosa al principio, arriesgada al final, llora. No por la derrota. Sino porque al final entendió que jugando a la pelota, como siempre lo hizo en este Mundial, le pudo haber ganado al pentacampeón. Y luego dicen que la historia no pesa. Pesa hasta para ser emboscados.

Los Elefantes vs. Los Hipopótamos

Es tradicional en África que las selecciones nacionales de fútbol sean llamadas como los animales más representativos de cada uno. Bonita costumbre. Así, entre otros, Camerún son los Leones; Nigeria, las Águilas; Gambia, los Escorpiones; Botswana, las Cebras; Cabo Verde, los Tiburones; Argelia, los Zorros (del desierto); Marruecos, los Leones (del Atlas); Ruanda, las Avispas; y Lesotho, los Cocodrilos.
Costa de Marfil son los Elefantes. Y ante éstos se enfrenta Colombia en su segundo partido del #Mundial2014. Para asumir tal reto y estar a su nivel, la Selección debería tomar un seudónimo igual. ¿Qué tal los Hipopótamos? Todo para rendir homenaje a esa pobre especie abandonada en Hacienda Nápoles, que luego hizo suyo gran parte del Magdalena Medio. Toda una distinción del país a ese animal que durante el día reposa en el fango y que al anochecer se vuelve más activo. A ese animal que, según los “naturalios”, se mueve en grupo bajo la tutela de un macho territorial y es una de las criaturas más agresivas del mundo. ¡Qué vivan los Hipopótamos!

Operación CR

La película se llama Operación E. Narra la vida de un campesino colombiano, como muchos otros, entre dos fuegos: guerrilla y ejército. En España y Francia, países coproductores, ya se estrenó y fue recibida con algo de interés por los espectadores y la crítica. Aquí, en Barcelona, sigue en cartelera. La otra noche la fui a ver y, sin ser una obra para recordar, pasará a ser otra cinta más que muestra el conflicto que vive Colombia, desde otra perspectiva. Hasta ahí todo marcha bien. Sin embargo, fuera de la pantalla grande, al otro lado del Atlántico, en ese país donde nacen historias silvestres todos los días, ha surgido otra. Se podría titular Operación CR y daría para otra película. Allí Operación E no puede ser exhibida. Un juez decidió avalar la demanda interpuesta por una señora CR, que argumenta defender la privacidad de su hijo, nacido cuando ella estuvo secuestrada por la guerrilla. Ese niño le fue dado al campesino para que lo cuidara y claro, forma parte de la historia que narra el filme de Miguel Cortuois. Guardando las proporciones, lo hecho por la señora CR sería como si uno de los descendientes de los náugrafos del Titanic hubiera pedido y tratado por todos los medios, para salvaguardar la integridad de su familia, impedir la proyección de la película de James Cameron. ¿Se hubiese podido contar la historia del Titanic sin los náufragos? Entonces, la pregunta, en lo que respeta a Operación E, sería : ¿cómo contar la historia de Crisanto sin Emmanuel? Me gustaría saber qué piensa Luis Tosar de esto.

El primer punto de Colombia en un Mundial*

Antes de que existieran Valderrama, Higuita, Asprilla y Rincón, Colombia sólo había asistido a una Copa Mundo de Fútbol. Fue en el campeonato de Chile 1962. Capitaneados por Efraín ‘Caimán’ Sánchez, los suramericanos lograron un hito que alimentó la leyenda del balompié en ese país: empatarle 4-4 (con gol olímpico incluido) a la poderosa URSS, de Lev Yashin. Sánchez fue el portero de ese equipo y hoy, de 85 años, al cumplirse medio siglo del partido, rememora en presente el juego que significó el primer punto de Colombia en un Mundial.

Lento. Muy lento fue el trayecto entre el hotel El Morro y el campo. El autobús que llevó a los jugadores de Colombia al estadio, para disputar el partido contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), se demoró más de lo acostumbrado.

Efraín Sanchéz, el portero y capitán de Colombia, no recuerda cuánto. “Fue más de lo habíamos hecho en el partido anterior contra Uruguay”, dice el exfutbolista, al que un periodista argentino le apodó el ‘Caimán’, cuando llegó a jugar en 1948 para el San Lorenzo de Almagro.

Lento. Muy lento fue el recorrido, porque ese domingo 3 de junio de 1962, además de los coches que transitaban por la Avenida 18 de septiembre, en su ruta desde el centro de Arica hasta el estadio Carlos Dittborn Pinto, la calle estaba atestada de aficionados que no dejaban de gritar vivas para animar a esa selección que había llegado desde la otra punta de Suramérica.

Los “¡vamos Colombia!” ya no les eran extraños en ese lugar del Chile, pues el equipo los había escuchado tan pronto llegaron a la que entonces era la capital de la provincia de Tarapacá (hoy hace parte de la XV Región), en el norte del país austral, para disputar la que sería la primera participación del amarillo, azul y rojo en un Campeonato Mundial de Fútbol, que entonces vestía de camiseta azul y pantalón blanco.

“Debido a eso, los tres kilómetros que separan al estadio del centro se nos hicieron eternos. Tardamos más que cuando jugamos contra Uruguay, cuatro días antes, en un partido que perdimos 2-1”, rememora Sánchez, que también integró, entre otros equipos, al América, Cali y Millonarios.

En días normales el trayecto desde El Morro al estadio se hacía en cinco minutos pero esa tarde a Colombia, cuando el equipo iba de camino para el encuentro contra la URSS, le tomó casi media hora. Algunos jugadores hablan hasta de más tiempo. Casi el mismo de otro partido. Quizás por eso comenzaron el juego algo dormidos.

Dentro del autobús, Sánchez no pensaba en otra cosa sino en la gente. Sí así estaban allí, ¿cómo serían las cosas en Colombia? Pero antes de encontrar respuesta a esa pregunta, ante él apareció el estadio que le había costado al gobierno chileno 400.000 dólares. Lo habían construido para el Mundial y fue estrenado en abril de 1962. El nombre que le dieron fue un homenaje al presidente de la Conmebol y del Comité Organizador de la Copa Mundo en ese país, que murió un mes antes del partido inaugural. Juego en el que los locales vencieron a Suiza 3-1, el 30 de mayo. El mismo día que Colombia perdió, según las crónicas de los diarios, “injustamente” contra los charrúas.

Tan pronto descendieron los jugadores del autobús y entraron por el corredor, de camino al vestuario, el capitán colombiano sintió que su cuerpo le picaba. Los rusos ya corrían y calentaban en una cancha anexa. Habían llegado cuarenta y cinco minutos antes. Los nervios se hacían presentes porque el equipo soviético era uno de los favoritos para ganar el torneo. Además venía de ganar en su debut a Yugoslavia 2-0 y enfrente estaría uno de sus ídolos del momento, Lev Yashin, el que era considerado, por la crítica de entonces, “el mejor portero del mundo”. Así el partido se convertiría en un duelo, como en el viejo oeste de las películas del western spaghetti. Un duelo del ‘Caimán’ contra la ‘Araña negra’.

*(Para seguir leyendo haz clic aquí, en DONJUAN (# 62, marzo, 2012)