Chávez For Ever FC

No sería extraño que en una coyuntura como la que está viviendo Venezuela, ahora naciera un equipo de fútbol que se llame Chávez For Ever FC. Camiseta roja, pantaloneta ocre petróleo y medias verde oliva. Su máximo objetivo sería ganar la Copa Libertadores de América.
Ya veo a sus futbolistas, saltando al campo, en Brasil, Bolivia o Paraguay, con boinas y medallas, derrochando gotas de sudor en homenaje a su fallecido líder. Antes de cada partido, no se llevaría a cabo un minuto de silencio en homenaje a la memoria del prócer boliviariano. Sería todo lo contrario. Diez minutos de bullicio, veinte de algarabía, una hora de gritos, el tiempo que hiciese falta para escuchar de nuevo su voz.
En respuesta a eso, por el servicio de megafonía del Nemesio Camacho El Campín, en Bogotá; el Monumental de River o La Bombonera de Boca, en Buenos Aires, se haría escuchar a todos los asistentes al partido, uno de los tantos discursos del expresidente muerto. La apoteosis máxima sería cuando se oyera el “Huele a azufre”. Los once titulares del Chávez For Ever FC terminarían con el “¡Hasta la victoria siempre!”. Una frase que cabe tanto para cualquier encuentro de fútbol como para cualquier revolución.
Desde el banquillo, con los ojos sin vida, la figura embalsamada del líder seguiría el juego, enfundada en el chándal con la bandera tricolor: amarillo, azul y rojo. Claro, en el vestuario, antes del partido, no habría charla técnica sino lectura de la Constitución Bolivariana de la República de Venezuela. Ese librito azul que guarda los secretos y las tácticas con las que el Chávez For Ever FC pretendería reinar en el mundo del fútbol del continente para alcanzar de una vez y para siempre la tan ansiada Copa Libertadores de América.

Íngrid Betancourt no fue ninguna cagona

Tras su retención, en el 2002, y vuelta a la libertad, en julio pasado, Íngrid Betancourt se ha convertido en un personaje de reconocimiento mundial. No sería para menos, después de seis años de estar secuestrada en la selva por las Farc, la ciudadana mitad colombiana-mitad francesa ahora es un símbolo de la lucha contra este delito. 

Por eso va y viene. Desayuna croissant, junto a Sarcozy y Carla Bruni. Come un bocadillo de jamón de bellota, con Rodríguez Zapatero. Almuerza congrio a la chilena, con Michelle Bachelet. Toma la merienda, en Nueva York, con el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon; el menú es coreano: Kimchi (verduras fermentadas) y pasta de Doenjang con salsa de soja. Y, para terminar, cena con el papa Benedicto XVI, algo liviano, langostinos; y de postre, el favorito de Su Santidad, strudel de manzana. Es que, literalmente, al símbolo hay que alimentarlo.

La fama de Íngrid es tal, que la presidenta de Argentina, Cristina Fernández Kirchner, tras su visita en ese país, forzó en días pasados un encuentro de las dos con Madonna, que pasaba por allí. No hubo asado argentino ni chinchulines, pero la foto de la Presidenta, la cantante y el símbolo, dio la vuelta al planeta. Ingrid de nuevo en las primeras planas del mundo.

Sin embargo, todo este ir y venir, todo ese trabajo de relaciones públicas no le alcanzó a la ex candidata presidencial en Colombia para lograr el maximo reconocimiento que puede conseguir una figura mundial en Barcelona: ser uno de los treinta mil caganers (cagones sería la traducción al castellano) que se exhiben y venden este año en la Feria de Santa Lucía, frente a La Catedral de la Ciudad Condal.

 Sí. Fui a buscarla. Con un sentimiento que mezclaba la pena y el orgullo colombiano, pero no la encontré. En los estantes del local de caganers, vi que Hugo Chávez repetía, literalmente, cagada, pues el año pasado también estuvo; que Carla Bruni, a pesar de su imagen de primera dama francesa, es tan humana como usted o como yo; que Rafael Nadal hace tanta fuerza como la que emplea para vencer a Federer, que con razón Lula Da Silva es el presidente de “O pais mais grande do mundo”, que Rajoy y Zapatero hasta en esto puntean en la política española. Tampoco faltan ni la Familia Real ni el papa Benedicto XVI… pero Ingrid no estaba por ningún lado.

“Preguntan mucho por Fidel (Castro), pero por ella no”. Así respondió Marc, el artesano y vendedor, en su puesto de caganer, cuando le pregunté si tenía a Íngrid Betancourt entre sus tantas figuras de barro. “Habrá que hacerla para el próximo año -añadió mientras vendía por 15 euros a un Barack Obama que, sin mucho estreñimiento, también aquí pudo-. La figura como caganer del nuevo presidente de EE. UU. es la más vendida de la feria.  

Según la explicación de los expertos, esta escatológica tradición tiene su origen en el siglo XVIII. “Es una figura obligada en los belenes (pesebres), puesto que la gente decía que con su deposición abonaba la tierra y así la fertilizaba para el año siguiente. Colocar esta figura en el Belén, traía suerte y alegría, no hacerlo comportaba desventura”. Y ¿es que si la caca de Ingrid, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, Legión de Honor en el grado de Caballero de Francia, y hasta postulada al Premio Nobel de Paz, no sirve cómo abono, pues tampoco sirven la de Nadal, Fernando Alonso, o los jugadores del Barça.

“No”, respondió Marc, al ver que mi enojo y demanda podía crear un litigio internacional y llegar hasta el Tribunal de La Haya. “Te prometó que para el 2009 la tendremos… eso sí, si no la compran, pues la sacamos del mercado”, agregó. Entonces me fui tranquilo. Quizás Óscar Morales, el barranquillero creador en Facebook de ‘Un millón de voces contra las Farc’, podría hacer un llamamiento por ese medio para marchar bajo el lema ‘Un millón de voces para que Ingrid sea una cagona (caganer)’… eso seguramente que presionaría para tenerla en el puesto de Marc.

Caminé por la Avenida Catedral, rumbo a casa, tranquilo porque en el 2009 vamos a tener a Ingrid aquí. Me fui leyendo en mi mente lo que dirían los titulares de la prensa en Colombia, registrando la noticia como el triunfo de toda una nación. El Tiempo: “Ingrid, la primera ‘caganer’ colombiana”; El Espacio: “La mierda de Ingrid aterriza en Barcelona”; El Espectador: “Esperanza en la tierra catalana, gracias a las heces de Ingrid”; El Heraldo: “Comienza el Carnaval de Barranquilla”; El País (de Cali): “Ingrid hizo popó en Barcelona”; y El Gusano, la única revista que no tiene eslogan: “¡La cagó, Ingrid la cagó!”.

Allí, además de sus amigos, seguramente estarán Mariano Rajoy, líder del Partido Popular, y Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno español, con los brazos cruzados, y otra partes muy apretadas, para darle la bienvenida que merece. Mucha suerte a Ingrid, pero a la caganer.