El doctor del fútbol

Un colombiano se dio a la tarea de investigar las raíces y el desarrollo de las letras iberoamericanas sobre el deporte más popular en el mundo. Como resultado, entre novela, cuento y poesía, encontró 110 libros que analiza en su tesis doctoral ‘Literatura y fútbol: otros horizontes de la literatura en España e Hispanoamérica’, presentada en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Lucho

Se llama Luis Alejandro Díaz Zuluaga y puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que es el único doctor especialista en literatura y fútbol que tiene Colombia. Y, claro, como tantos otros investigadores, Díaz Zuluaga es otro científico social -cerebro fugado, dirían algunos- que se labra su futuro fuera de ese país.

Nacido en Bogotá un 1 de febrero de 1978 y con una licenciatura en Literatura de la Universidad Javeriana, este furibundo hincha de Millonarios hace cinco años aterrizó en España. Primero, en Madrid. Ciudad en la que hizo un máster en Filología hispánica, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, (CSIC), que se puede considerar el primer tiempo de su trabajo académico. Actualmente vive en Barcelona. A la capital de Cataluña vino para seguir sus estudios, en forma de doctorado, en la Universidad Autónoma de Barcelona, y disputar el segundo tiempo de ese partido personal que lo enfrenta con el tema de la literatura y el fútbol.

Después de siete años de investigación, Díaz Zuluaga presentó su tesis Literatura y fútbol: otros horizontes de la literatura en España e Hispanoamérica, dirigida por el escritor, periodista y profesor español Fernando Valls, ante un jurado que le dio el aprobado para alcanzar el título de doctor. En este partido no hubo necesidad de alargue ni mucho menos de definición con tiros desde el punto penal. Lo suyo fue una victoria por goleada. En Barcelona, en un estadio de fútbol, el Nou Sardenya de Gràcia, hablé con él sobre su tema de investigación: la pelota y las letras.

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¿Cuándo y por qué decidió hacer una investigación de doctorado sobre el fútbol en la literatura hispánica?
Cuando leí los primeros cuentos de fútbol que conocí, que fueron los de Osvaldo Soriano, vi que ahí había un campo de investigación que me interesaba mucho. Pensé que sería suficiente con una tesis de maestría, pero fue apareciendo mucha bibliografía y no tuve más remedio que meterme en un doctorado para poder tener un conocimiento real del tema.

Si se puede hablar de una relación, ¿qué tipo de relación tienen el fútbol y la literatura?
Creo que tienen una relación simbólica, es decir, ficcional, de mentiras, de juego, de ilusión. Por eso pueden darse la mano sin problema.

¿Cuál es la obra más antigua que encontró?
En español, el cuento de Horacio Quiroga: Juan Pólit-Half Back. Supongo que en el mundo anglosajón debe haber algo del siglo XIX. De hecho hay rastros en Shakespeare y en el Popol Vuh. Sin embargo, allí se habla de deportes muy parecidos al fútbol que no son el que nosotros jugamos. Sobre este fútbol moderno, por llamarlo de alguna manera, el primer cuento en español es el de Quiroga.

¿Cuál es la más reciente?
Mercado de invierno, de Philip Kerr, en el mundo anglosajón.

¿Y en el mundo hispánico?
Creo que La inmensa minoría, de Miguel Ángel Ortiz, publicada por Random House.

¿Cuántos libros componen su investigación?
Ciento diez libros entre novelas, cuentos y poseía. Además de algunos de crónicas y unos pocos de teoría.

De acuerdo con su criterio ¿cuál es el más extraño? ¿Cómo lo encontró?
Hay dos libros inesperados: Uno de cuentos de fútbol cubano, -donde el fútbol no representa ningún interés más allá de seguir por TV ligas europeas-, y una antología de textos literarios sobre fútbol hecha en Honduras por una mujer.

¿Cuáles son los títulos de esos libros?
Cábalas y amuletos, de Ariel Lunar; y La garra catracha, de Helen Umaña.

Catracha

Su investigación comprende la literatura hispánica en cuanto al fútbol desde géneros como la novela, el cuento y la poesía, si le tocará escoger un poema de los encontrados en su investigación para hacer enamorar a alguien de la pelota, ¿cuál escogería y por qué?
No escogería nada de literatura. Le regalaría una pelota y lo acompañaría a un parque a patear penaltis, o lo invitaría a ver una repetición de la final de la Champions entre el Liverpool y el Milan del 2005. Ahora, si el gancho fuera por medio de la literatura con un cuento de Roberto Fontanarrosa sería suficiente. Pero si fuera por medio de la poesía, hay muchos versos con imágenes preciosas en Parra del Riego, o en Canal Feijoó. Pero hay un poema de Blanca Varela titulado: Fútbol. Es la vida.

¿Cómo dice ese poema?
Juega con la tierra / como con una pelota / báilala / estréllala / reviéntala / no es sino eso la tierra / tú en el jardín / mi guardavalla mi espantapájaro / mi atila mi niño / la tierra entre tus pies / gira como nunca / prodigiosamente bella. Es más que una invitación a pensar con los pies, es la certeza de que hay quienes tratamos el mundo a las patadas.

¿Es factible considerar a la literatura del fútbol en español como un subgénero de la literatura?
Es arriesgado. Es atrevido. No creo que sea un subgénero. Creo que es más bien un tema con mucho mercado actualmente y por eso las editoriales piden a sus escritores novelas sobre fútbol.

Hay autores consagrados que dicen que del fútbol es difícil escribir una novela porque el fútbol es épico en su momento, el instante es que es jugado, y recontarlo es imposible. Es decir que no vale una segunda narración, porque lo que estamos viendo ya es y lo demás es tratar de condensar lo imposible… ¿Usted que dice frente a esto?
El problema de escribir una novela sobre fútbol es que se piensa que el éxito está en narrar partidos literariamente. Esto hace que siempre se terminen escribiendo historias que apenas tienen el fútbol como excusa para profundizar otros temas ya que eso le resulta más cómodo y viable al autor. Eso sí, siempre con algún partido de fondo. Pero la cosa es más sencilla de lo que parece: una novela sobre fútbol debe contar una historia en la que la pasión por el fútbol sea el hilo narrativo, en el que una visión de mundo condicionada por la pasión por este deporte altere, incida, influya, marque y explique la vida de un individuo. Incluso no sería necesario un partido de fútbol en sí, sino la ilusión constante de vivir como si la vida fuera un partido de fútbol.

¿Por qué muchas de las novelas de fútbol decantan hacía historias del tipo de la novela negra: muertos, corrupción, detectives que investigan casos?
Las mafias y el mundo oscuro del espionaje y las conspiraciones siempre han estado muy cerca del fútbol. Y esto, teniendo como base lo dicho anteriormente, le facilita al autor “escribir una novela sobre fútbol” aprovechando que hoy en día interesan y venden mucho las ficciones narrativas sobre intrigas. En este caso, el fútbol es apenas un pretexto ya que no son novelas futboleras ni mucho menos.

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De acuerdo con su criterio ¿cómo debería ser o en qué debería centrarse una novela de fútbol para ser eso, una buena novela de fútbol?
Una novela de fútbol -eso de buena o mala es un juicio de valor hermenéutico- debe ofrecer la posibilidad de que el lector logre reconocer los elementos por medio de los cuales una persona puede llegar a perder la cabeza -me refiero a darle un vuelco total a su vida, o a empezar a tomar decisiones trascendentales para su vida a la luz del fútbol-, ante la presencia de una pelota de fútbol en su vida. Es eso. Es más: debería también tener las claves a propósito de qué es o de qué elementos está hecha una pelota de fútbol a sabiendas de que una vez llega al pie del hombre, es capaz de robar toda su atención haciéndolo víctima de una situación de juego ficcional, que luego puede llegar a trasladarse a la vida diaria en la mente de ese hombre.

¿Hay futuro para la literatura de fútbol? Más allá de los que se ve cada cuatro años en tiempo de Mundial.
Yo creo que sí. Hay novelas y cuentos muy interesantes que han llamado la atención frente al hecho de que todavía no sabemos qué es lo que nos embruja del fútbol.

Si se hiciera un triangular de literatura de fútbol entre la poesía, el cuento y la novela, ¿cuál saldría ganando? La pregunta va encaminada a qué se escribe más: poesía, cuento o novela de fútbol.
Se publican más novelas, se escriben más cuentos, pero la poesía es el mejor lugar para poder hacerse a una idea de lo que puede ser el fútbol: un universo poético cargado de símbolos y de reglas capaces de dotar a los jugadores de una épica, una tragedia, un drama o una comedia en la que se juega a ganar intentando controlar con los pies un elemento redondo celoso y arisco.

¿Qué autores recomienda para el lector que se acerca por primera vez a este, digamos, subgénero literario?
A mí me gusta mucho leer crónicas. Pero no crónicas de partidos ni mucho menos sino crónicas en las que alguien reflexiona el porqué de lo que pasa en el terreno de juego, interpretando eso a la luz de un contexto social. Puede sonar inútil y contradictorio frente a lo dicho anteriormente. Pero lo que realmente tiene de valioso una crónica es que intenta explicarse a sí misma el porqué de la locura social y deportiva ante el fútbol. Un ejemplo: Enric González. La crónica puede ser una puerta de entrada.

¿Usted jugó o juega al fútbol? ¿Qué posición hacía? Como escritor y futbolista aficionado, ¿qué es más difícil escribir sobre fútbol, bien sea novela, cuento o poesía, o anotar un gol en un partido?
Jugué fútbol desde muy niño. Era mi vida. Quise ser futbolista pero tuve lesiones y ahí se acabo todo. Jugaba de delantero. Creo que es más difícil anotar un gol por toda la dificultad que tiene el juego con rivales y con una pelota en disputa. Además, no he intentado todavía escribir sobre fútbol pero creo que también puede ser muy difícil si no hay pasión. Quien juega al fútbol es un apasionado.

¿Y quién escribe literatura de fútbol?
¡Un soñador!

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Publicado en el periódico EL TIEMPO, 3 de junio de 2015

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El rey David

David Robert Joseph Beckham no es un futbolista, es una boutique de lujo que ha abierto locales en Manchester, Madrid, Los Ángeles, Milán y ahora París. Y si se cuentan sus 115 convocatorias a la selección inglesa, también en Londres.
David tiene claro -y está en todo su derecho- que antes que deportista es una máquina de publicidad para hacer dinero. Y es que Beckham, además de ser atleta, es una marca. Sí, como Rolex, Louis Vuitton, Gucci, Chanel o Ferrari, que se disputan los locales estratégicos en las ciudades citadas y quieren tener su nombre en boca de todo el mundo. Para vender más.
‘Becks’, como le llaman en Inglaterra, abrió su más reciente tienda en París. El vendedor, entre otros productos, de calzoncillos, slips o gayumbos; relojes, vestidos, videojuegos y hasta fútbol, que está casado con una ex Spice Girls, (chica de las especias, por su traducción literal al español… ¿qué extraño que no le guste el ajo de Madrid?), y que en sus domingos libres, cuando su agenda publicitaria se lo permite, salta a un campo para darle patadas a una pelota, fue recibido en una sala de prensa abarrotada de cámaras y periodistas en su presentación como jugador del Paris Saint Germain (PSG). Con su pelo rubio perfectamente echado para atrás por el fijador, una barba de cuatro días, vestido con un traje oscuro que hacía juego con su corbata y la camisa gris, y un reloj dorado con correa de cuero, el vendedor profesional de 37 años dijo que el dinero de su salario con el PSG lo destinará para apoyar a infantes desprotegidos, a través de fundaciones caritativas. No lo necesita, sabe que con sus entradas por las ventas en sus “tiendas”, tendrá tanto para él como para su esposa, Victoria, y sus cuatro hijos: Brooklyn Joseph, Romeo James, Cruz David y Harper Seven.
A poco tiempo de la llegada de David a La belle Équipe, como le dicen al PSG en París, algunos ya se atreven a decir que la capital francesa está completa: tiene la Torre Eiffel, el museo Louvre, la iglesia de Nòtre Dame, el río Sena y ahora a Beckham, otro ícono para su skyline.

Una de espías (Mou: nosaltres t’estimem)

No entiendo porque los seguidores del F.C. Barcelona detestan a José Mourinho. No me explico la razón del odio de los culés hacia el técnico portugués. Deberían adorarlo, amarlo –sería un buen detalle llevar pancartas al próximo partido en el Camp Nou en la que se lean “Mou: nosaltres t’estimem” –. Y tampoco dejaría de lado planear construirle una estatua al lado de la fuente de Canaletes, donde acostumbran a celebrar los títulos y copas conseguidas por el Barça.

Sí, lo sé, estoy elucubrando. Y la razón es muy sencilla. Con su propuesta, estrategia y discurso, el entrenador lusitano al servicio del Real Madrid está logrando lo que todo fanático blaugrana ha soñado alguna vez: acabar de una vez por todas con el club blanco. Hacerlo explotar en mil pedazos. De una vez y para siempre.

Por eso, la actitud de Mourinho se me hace algo sospechosa. Más que un entrenador, lo veo como un agente infiltrado que el FCB logró meter dentro del Madrid. Un agente cuya única misión, con su comportamiento, es borrar parte de la historia del, según la FIFA, el mejor equipo de fútbol del siglo XX, para que sólo, en el XXI, reine el FCB en el mundo del balón.

Siguiendo los partidos Madrid-Barça con tranquilidad, dejando a un lado la furia y la pasión -soy hincha del Athletic Club y mi neutralidad entre merengues y catalanes me lo permite-, eso es lo único que explica el papel del entrenador durante este fin de temporada. Frases salidas de tono, quejas frente a las decisiones de los árbitros y un victimismo sin razón con un club que tiene a varios de los mejores futbolistas del planeta. Lo de espía infiltrado no es una idea al viento y las unidades investigativas de Marca, As y realmadrid.com deberían estar trabajando para desenmascararlo.

Fácil la tienen. Mourinho estuvo cuatro años en Barcelona (1996-2000) como miembro del cuerpo técnico del FCB. “Se amamantó de Masía”, como dicen por acá. Ahí nació todo. Su paso por el Porto, Chelsea e Inter, solo fue una manera de darle confianza al enemigo -el Madrid- para que lo contratara.Y es que en esta guerra que se han convertido los enfrentamientos Madrid-Barça o Barça-Madrid, con demandas de lado y lado, la idea de un topo para acabar con el otro equipo no es demasiado lejana. ¿Shakira vendría siendo la Mata Hari que se mueve, de bando en bando, llevando informes secretos a cada uno de los enfrentados?

Durante esos cuatro años a Mourinho lo adoctrinaron con ideología “gamperiana”. Entrenamientos duros, que ningún marine estadounidense o soldado de Her Majesty estaría capacitado para aguantar y ejecutar. Jornadas de solo comer pan amb tomàquet. Todo para construir esa personalidad que desborda el de Setúbal y que ni siquiera un interrogador en Guantánamo, por más que lo pudiera torturar, podría descifrar.

No hay más. A por las pruebas. El portugués es un infiltrado blaugrana que busca ejercer dentro del equipo blanco aquella manida frase: “para vencer a tu enemigo, únete a él y destrúyelo por dentro”. Pues eso. Ahí radica el modo de actuar del míster merengue. Lo tremendo del caso es que, a estas alturas, la contrainteligencia del Madrid no se haya dado cuenta del topo que tiene dentro del equipo. Hoy por hoy, el enemigo a vencer no es FCB. El topo al que hay que cortarle la cabeza es Mou, que en el fondo es más culé y blaugrana que Sandro Rosell, Xavi Hernández y Pep Guardiola juntos.