Sostiene Pereiro (que así fue cómo vendió una etapa del Tour)

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Hincapié y Pereiro, etapa 15 del Tour de Francia de 2005.

(Con perdón de Antonio Tabucchi).

Sostiene Pereiro que fue un día de verano. Cuando se corría la etapa número 15 del Tour de Francia de 2005. Una magnífica tarde de calor, sol, bicicletas y mucha gente a lado y lado de las carreteras en los Pirineos. Parece que iba en la fuga buena de la etapa, que llevaba al pelotón de Lézat sur Lèze a Saint Lary Soulan, en la carrera francesa. Era el trayecto final de los 206 kilómetros de la jornada y Pereiro pedaleaba sobre su bicicleta BMC, vestido con los colores verde, blanco y amarillo de su equipo de entonces, el Phonak suizo. El viento soplaba y su maillot, que estaba totalmente abierto, lo dejaba ver como una mariposa que volaba sobre su bici. Lo llevaba así para contrarrestar mejor los casi treinta cinco grados de temperatura que marcaba el termómetro aquel día. Detrás, sólo separado por el tubular de la rueda trasera de Óscar Pereiro, un tal George Hincapié movía sus piernas largas para empujar los pedales y llevar su bicicleta Trek a la misma velocidad que la máquina del ciclista gallego.
Sostiene Pereiro que hubo un momento en que, a falta de un par de kilómetros para arribar a meta, el ciclista del Discovery Channel, primer gregario de Lance Armstrong durante ese y otros Tours, se animó a decirle algo en español. Idioma que Hincapié, a pesar de haber nacido en Estados Unidos, manejaba bien por sus padres colombianos. Sostiene Pereiro que Hincapié le habló de una suma de dinero. Pero explica que no entendió bien si era el precio que exigía el americano para dejarle cruzar a él primero la raya de meta o que la cifra hacía referencia a lo que Hincapié iba a pagar al ciclista gallego por dejarse ganar la etapa.
Sostiene Pereiro que no escuchó o no entendió bien lo que mencionó el ciclista del Discovery Channel, quizás por el bullicio y los gritos de los aficionados en las cunetas. Fue entonces cuando se preparó para disputar el sprint, convencido de que era él y no Hincapié quien iba a cruzar como primero la línea de llegada. Como ironía, huelga decir que Phonak, la marca que patrocinaba a Pereiro, vendía o vende sistemas para mejorar la audición en las personas. Ni siquiera la oreja gigante estampada en su maillot le sirvió para oír mejor.
Sostiene Pereiro que se sorprendió cuando, antes de que él cerrara su maillot para las fotos, vio que Hincapié se paró en los pedales para tomar más velocidad, salió por su derecha y lo paso para ser el primero en el podio. Hincapié ganó la etapa con un tiempo de 6 horas, 6 minutos y 38 segundos. Sostiene Óscar Pereiro que, pasada la meta, reclamó a Hincapié, pero éste le contestó que así lo habían arreglado y que le pagaría lo acordado. Con el desparpajo que lo caracteriza, el gallego contó al aire esta anécdota a sus compañeros de la Cope. La emisora para la cual trabaja como comentarista en el programa Tiempo de Juego. Y hasta se atrevió a decir que al día siguiente fue el hazmerreír y centro de burlas de todo el pelotón. Armstrong incluido. Éste se le acercó y dijo: “Fucking Pereiro, you idiot. Ha!”.
Sostiene Pereiro que cobró el dinero por la etapa que vendió, sin querer queriendo, a Hincapié. Sostiene que el enfado, por la que había liado el día anterior, lo hizo atacar, ser parte de la fuga -otra vez buena, junto al australiano Evans, el italiano Mazzoleni y el español Zandio- y disputar el final de la etapa en Pau. Era la número 16 de Tour 2005. Después de 180,5 kilómetros, Pereiro esta vez sí ganó en el sprint final. El derrotado fue Xabier Zandio, de Illes Balears. ¿Sostiene Pereiro que así fue, es y será siempre el ciclismo?

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Óscar Pereiro celebra la etapa que ganó en el TdF 2005.

La bici de Nairo Quintana, líder del Giro de Italia

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Desde que el equipo ciclista profesional Reynolds debutara en 1980, entonces manejado por José Miguel Echávarri, una gran marca de bicicletas ha estado a su lado como co-sponsor. Primero fue la italiano-mexicana Benotto y luego, a partir de 1983, la legendaria Pinarello.
Treinta años han transcurrido desde entonces. El equipo profesional con sus diferentes denominaciones: Reynolds, Banesto, IBanesto.com, Illes Balears, Caisse d’Epargne y Movistar consiguió sus siete victorias del Tour de Francia, cinco de Miguel Induraín, una de Pedro Delgado y otra de Oscar Pereiro, sobre bicicletas de gama alta, construidas a mano en Italia, con la pe de Pinarello, como estandarte.
Sin embargo, al cierre 2013, luego de correr las últimas temporadas con el modelo Dogma de la fábrica italiana fundada en 1952, el Movistar Team, equipo del colombiano Nairo Quintana, bajo la dirección de Eusebio Unzué, hizo público que daba por finalizada su alianza con esta firma, para comenzar otra etapa, a partir del 2014, con la Canyon.
Esta fábrica tiene su sede en Koblenz (Alemania), desde su fundación en 2002. Con once años es la bicicleta más joven de las diez y nueve marcas que participaron en el pasado Tour de Francia. Sin embargo, tiene una tradición que comienza con los hermanos Arnold, Roman y Arnold, en 1983, al crear Radsport Arnold, una tienda de partes y material para bicis, que luego se transformaría en la bici que conocemos hoy y que tiene como gran estandarte al ciclista catalán Joaquín ‘Purito’ Rodríguez, del Katusha.
El primer equipo que la compañía equipó en el pelotón ciclista fue el Unibet.com. Por ahora, su máximo héroe es Cadel Evans, que logró la camiseta arco íris como campeón mundial de ruta profesional en 2007. Aquel año, Evans corría para el Silence-Lotto en una Canyon. Ese modelo, pero mejorado, es la bicicleta sobre la que corre Nairo Quintana esta temporada. Quizás, sobre ella, sea el primer colombiano en ganar el Giro de Italia o el Tour de Francia. Todo un hito para el ciclismo de ese país.
Pd. ¡Ah! Si quiere comprarla, solo vale 8.500 euros.

Las bicis del Tour de Francia

Diez y nueve marcas utilizan los veintidós equipos que participan en la carrera ciclista más importante del mundo. ¿Cuál es la más antigua de ellas y cuáles son las más nuevas?

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Con sus 19 años, el ciclista más joven que corre la actual edición 100 del Tour de Francia se llama Danny Van Poppel (Vacansoleil-DMC). Y lo paradójico del debut del holandés en la Grand Boucle es que lo hace -hablando de marcas- sobre la bicicleta más antigua de la carrera y, quizás, del mundo: la Bianchi.

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La legendaria fábrica fue fundada por Edoardo Bianchi en la Vía Nirone, número 7, de Milán en 1885 y desde entonces el celeste, color insignia de la marca, ha formado parte del pelotón ciclista internacional. Recordados son los triunfos de Fausto Coppi o Felice Gimondi sobre estos caballitos de metal por las carreteras europeas. Con sus 128 años rodando sobre el asfalto, la Bianchi es la bicicleta más veterana de la edición centenaria de la carrera francesa. Así que una victoria de etapa de Juan Antonio Flecha, el mismo Danny Van Poppel o cualquier otro integrante del Vancansoleil-DMC, ¿por qué no Jhonny Hoogerland?, sería un justo homenaje a la memoria de Edoardo.

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Después de la Bianchi, que ahora pertenece a un consorcio sueco, están las españolas BH (Sojasun) y Orbea (Euskaltel), con 90 y 87 años de historia respectivamente. Las dos tienen en común haber sido fundadas y tener sus sedes en el País Vasco. La BH, que nos recuerda la Vuelta España ganada por Álvaro Pino en 1987, se estrenó en 1923, fundada por los  hermanos Beístegui. De otra parte, Orbea fue creada en 1926 y su marca estuvo en lo más alto en la primera Vuelta a España que ganó Pedro Delgado, en 1985, con el equipo SEAT-Orbea. Todavía eran los tiempos del aluminio como material básico para su fabricación.

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A este podio de las marcas de bicicletas con mayor número de años en la historia del pedal, y que participan en el actual Tour de Francia, les siguen: la francesa Lapierre (FDJ), con 67 años, fundada en 1946; la Pinarello (Sky y Movistar) y la Colnago (Europcar), con 61 años. Las dos marcas italianas fueron fundadas en el país transalpino en 1952. Mientras Lapierre comenzó en el BTT y desde el 2002 corre el Tour con La Française de Jeux (actual FDJ), Colnago y Pinarello han estado siempre ligadas al ciclismo de ruta. La primera destaca porque fue ganadora del Giro de Italia de 1983, con Giuseppe Saronni (Del Tongo); y la segunda reinó con Miguel Indurain en los cinco Tour de Francia que ganó el ciclista español, del 91 al 95. Además es la actual campeona con la Pinarello-Dogma de Bradley Wiggins, título que espera retener este año con el nacionalizado británico Chris Froome, que corre en el Sky.

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Cerrando la parte media de esta clasificación se encuentra un grupo integrado por una nueva generación de constructores, que confirma la globalización del ciclismo como deporte y negocio. Tres marcas estadounidenses y dos taiwanesas ocupan de la séptima a la onceava casilla. Así: Cannondale (Cannondale), 42 años; Giant (Belkin), 41; Merida (Lampre), 41; Specialized (Saxo, Omega y Astana), 39; y Trek (RadioSchak), 38. De este paquete sobresalen, la últimas dos, Specialized y Trek: ganadoras de Tour de Francia. La primera con Alberto Contador (Astana 2008) y, la segunda con el desterrado y descalificado Lance Armstrong (Contador también lo ganó con Trek, tras heredar el lugar de Armstrong en el Discovery Channel, en 2007). Gracias a esto, las dos marcas americanas se han hecho un lugar en el ciclismo de los últimos años.

Del puesto duodécimo al décimo noveno, la grupetta esta integrada por marcas algo nuevas, pero no desconocidas. La primera de ellas es la francesa Look (Cofidis) que, con 27 años, ya tiene la edad para estar más arriba. Hay que decir que se fundó en 1951 con el objetivo de fabricar equipos destinados al esquí. Sin embargo, por la familiaridad de este deporte con el ciclismo de carretera, aplicaron el concepto de las fijaciones al esquí y crearon los pedales automáticos en 1984, ¿recuerdan La Vie Claire de Bernard Hinault? Los pedales automáticos fueron una innovación que borró del pelotón las correas y los calapiés. Después de esto y el quinto Tour de ‘El Caimán’, logrado en 1985, comenzaron a desarrollar cuadros de bici. Uno de los primeros, el KG86, dio su fruto cuando Greg Lemond se enfundó el maillot jeune en el Tour de 1986. Fue hecho de forma manual, combinando kévlar y carbono, materiales que le daban mayor rigidez a la bicicleta.

La suiza Scott (Orica) tiene ciertas similitudes con Look. La compañía se fundó en 1958, pero no fue sino hasta 1986 cuando introdujo al mercado su primera mountain bike. Y como la francesa Look, además de nacer para el esquí, también comparte a Greg Lemond dentro de sus héroes. El estadounidense, ya en el equipo ADR, utilizó un manillar de triatlón en su bicicleta que le ayudó a vencer en la contrarreloj final del Tour de Francia de 1989. Con ella logró los ocho segundos de diferencia para vencer a  Laurent Fignon.

Otra marca suiza, la Bicycle Manufacturing Company (BMC), como las dos anteriores, también tiene 27 años. Y su momento de gloria lo vivió hace un par de años cuando un ciclista venido del mountain bike, el australiano Cadel Evans, ganó el Tour de Francia de 2011, acompañado del siempre recordado George Hincapié. Fue fundada por Bob Biggelow que, tras perder la licencia como distribuidor de la legendaria Raleigh, decidió comenzar su propio camino independiente. La empresa luego pasó a manos de Andy Rihs. Un multimillonario y apasionado por las bicicletas que emprendió una aventura ciclista con el Phonak. Proyecto que tuvo que desparecer luego de catorce casos de dopaje en sus siete años en el pelotón. Uno de los más sonados fue el de Floyd Landis que, tras su positivo, tuvo que devolver el título del Tour 2006 a favor de Oscar Pereiro. Sin embargo, Rihs lo volvió a intentar, queriendo hacer del BMC uno de los mejores equipos de ciclismo del mundo, aprovechando al máximo la tecnología suiza para sus bicicletas. Y ahí marcha.

El triatlón estadounidense vio nacer la Felt (Argos) en 1991. Fue un encargo del motociclista Johnny O’Mara a su mecánico Jim Felt. O’Mara competía en ese entonces nuevo deporte, como entrenamiento para luego enfrentar las carreras de motos. Y el éxito fue tal que dos veteranos negociantes del mercado de las bicis, Bill Duehring y Michael Mullmann, invirtieron sus capitales en la compañía. Duehring, además, puso años de experiencia en el desarrollo de productos y los fuertes lazos de proveedores globales. Y Mullmann sumó una empresa de distribución exitosa en Europa. El resultado: experiencia combinada en el desarrollo, fabricación y distribución de bicicletas de alta calidad. Felt ha desarrollado el sistema de suspensión Equilink, que reduce notablemente la interferencia con el pedaleo y la frenada. La marca no ha olvidado sus orígenes y es una de las más reputadas en la gama de bicis para triatlón.

Por su lado, un año menor que la Felt, la Focus (AG2R) lleva 21 en el mercado. Fundada en Alemania, la fábrica que inició el tres veces campeón mundial de ciclocross Mike Kluge se rige bajo el lema que dice: “De profesionales, para profesionales”. Desde su incursión como patrocinador y proveedor de material para el Team Milram en 2009, la firma se ha extendido a 60 países. Esta marca hace parte del histórico consorcio Raleigh Bicycle Company, que también ha ayudado a su expansión por el mundo.

La canadiense Cervélo (Garmin), la belga Ridley (Lotto), y la otra alemana Canyon (Katusha), con 18, 16 y 11 años, cierran la clasificación de las diez y nueve marcas de bicicletas que compiten con los veintidós equipos del actual Tour de Francia.

Cervélo fue fundada por Phil White y Gérard Bromeen en 1995. Originalmente fue una empresa dedicada a desarrollar y fabricar bicis de pista y contrarreloj. Dice su página en Internet que: “las características más importantes de las bicicletas diseñadas por Cervélo son sus cuadros compactos y sus tubos aerodinámicos. Los modelos se dividen en tres importantes divisiones: Las bicicletas ultraligeras de carretera, las bicicletas para contrarreloj y triatlón y las bicicletas de carretera”. A pesar de ser una de las más recientes, ya desfiló por los Campos Elíseos como ganadora de un Tour de Francia. Fue en 2008, con el español Carlos Sastre, en el CSC Team de Bjarne Riis.

La historia de Ridley nace en 1997 con Jochim Aerts, un viejo constructor de cuadros para distintas compañías en Bélgica, que aburrido de estar de un lado para otro decide fundar su propia compañía, gracias a su reputación artesanal. Al principio de su carrera, solamente distribuían los productos en el mercado local, pero en cuestión de pocos años Ridley Bikes conquistó el puesto de líder del mercado belga de bicicletas de carrera. En 2001 lanzó la línea de componentes 4ZA (que se pronuncia “forza”), bajo su propia marca. En 2002 hubo una reestructuración de la compañía como preparación para la salida al mercado mundial. Su gran salto internacional tuvo lugar en 2004, cuando llevaron sus bicicletas de competición a países estratégicos de Europa, países con tradición ciclista como Italia, Holanda, Suiza y Alemania.

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Por último, la Canyon (Katusha), con sede en Koblenz (Alemania) desde su fundación en 2002, con 11 años es la bicicleta más joven de las que están en Tour de Francia. Sin embargo, tiene una tradición que comienza con los hermanos Arnold, Roman y Arnold, en 1983, al crear Radsport Arnold, una tienda de partes y material para bicis, que luego se transformaría en la marca que conocemos hoy y que tiene como gran estandarte al ciclista catalán Joaquín ‘Purito’ Rodríguez. El primer equipo que la compañía equipó en el pelotón ciclístico fue el Unibet.com. Por ahora y mientras ‘Purito’ no se gane el Tour de Francia, su máximo héroe es Cadel Evans, que logró la camiseta arcoíris como campeón mundial de ruta profesional en 2007. Aquel año, Evans corría para el Silence-Lotto. Allez les vélos!

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Créditos:
Fotos Bianchi: página de Facebook
Foto Sky: página de Facebook
Fotos Evans: página Cadel Evans

El ‘viejo Patro’

De niño siempre quise ser José Patrocinio Jiménez. De grande, también. ‘El viejo Patro’, como es reconocido en el mundo de las competencias de bicicletas en Colombia, fue una especie de José Manuel ‘El Tarangú’ Fuente en España. Como el asturiano, el ciclista colombiano subía montañas con suma facilidad. Ascendía pendientes en su bici como si estuviera pedaleando sobre un rodillo en la sala de su casa. Con ese don de superhéroe ganó la Vuelta Colombia (1976), la Coors Clasic en Estados Unidos (1982)  y fue el primer colombiano que vistió la camiseta de lunares rojos como líder de la montaña, en el Tour de Francia (1983), cuando todavía la patrocinaba Chocolat Poulain.
Entonces, por él y otros como él, de niño siempre dormía con un radio transistor, para antes de despertarme, encenderlo y oír las transmisiones que hacían las cadenas colombianas desde las carreteras de Francia. “Atención, Colombia -narraban a garganta abierta- Patro ataca subiendo el Tourmalet y deja atrás a Millar, Delgado, Fignon y Arroyo… se va solo”. Luego, de la radio me pasaba a la televisión, para ver el final de cada etapa.
Ese lunes 10 de julio, la décima jornada del Tour de 1983, entre Pau y Bagneres de Luchon, tuvo un recorrido de 201 kilómetros. Por la televisión pude ver como, en el descenso, Robert Millar (Peugeot) alcanzó y sobrepasó al colombiano del Pilas Varta, y finalmente ganó la etapa con un tiempo de 6 horas, 23 minutos y 27 segundos. ¡Seis horas dándole a los pedales! ¡Subiendo y bajando en pleno verano europeo! Al ‘viejo Patro’ lo pasaron, también en la bajada, Pedro Delgado (Reynolds) y Pascal Simon (Peugeot), segundo y tercero en la etapa. Y con una desventaja de 1 minuto y 30 segundos cruzó la meta, en cuarto lugar.
Treinta años después, ya no sigo pegado a la radio. No sé dónde ni cuántos años tendrá el ‘viejo Patro’. Son las 3 de la madrugada en España y ahora estoy, pegado a la televisión, viendo como un tal Lance Armstrong le cuenta a una periodista lo “organizados”, “inteligentes” y “profesionales” que fueron él y su equipo (US Postal) para aplicarse EPO, Testosterona y hacerse transfusiones de sangre, con el objetivo claro de ganar cuántas veces fuera el Tour de Francia. “No es posible que un ciclista ‘limpio’ lo hubiera hecho”, le dice Armstrong a la periodista. Y no sé porqué, pero yo creo que sí, cuando pienso en el ‘viejo Patro’.

¿El patrón del mal?


Lance Armstrong no ganó los siete Tour de Francia que corrió entre 1999 y 2005. Su nombre fue borrado del palmarés de la carrera y el primer cajón del podio ha quedado en blanco (mejor sería decir: en negro). El que fuera “El patrón” del Tour, durante siete años seguidos, tendrá también que devolver el dinero de los premios. Y hasta los leones de peluche del Crédit Lyonnais, el patrocinador del maillot amarillo de campeón.

Así lo determinó la Unión Ciclista Internacional (UCI), tras el informe que hizo público la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (Usada). Un documento de 204 páginas que se lee como si fuera El Padrino de Mario Puzo. Una novela al mejor estilo de la mafia, con capo di tutti capi, código de silencio, impunidades a cambio de acusaciones, soplones, intrigas, amenazas, droga, corrupción, dinero, mucho dinero y, claro, uno que otro italiano de por medio. El guión está servido, Francis Ford: ¿para cuándo la película?

Pero algo que ha salido a flote, paralelo a la investigación, fue el interés o intento de compra del Tour de Francia, por parte del texano, a la familia Amaury, los propietarios de ASO Sport y dueños de la carrera. Lance, como buen cowboy, vio en el Tour de Francia el oro que buscaban sus antecesores en el oeste americano. No por nada le gustaba tanto el amarillo. ¿Querría ser el “dealer” de los nuevos valores de la bici bajo la bandera de la EPO? ¿Sería este un comienzo para hacer del dopaje algo más natural de lo que fue durante su carrera?

Nunca llevé una pulsera de plástico amarillo en mi muñeca. Siempre me pareció, como dicen aquí en España, “hortera”, de mal gusto. Aun así fuera para apoyar a su fundación en la lucha contra el cáncer. Retrocedo en el tiempo y llegó a 2009. Final de etapa de la prueba francesa en Barcelona. Durante tres horas, aguacero de verano incluido, esperé la llegada de la etapa que ganaría Thor Hushovd. Antes, como es tradicional, arribó la caravana publicitaria de los patrocinadores. Entonces fui testigo de cómo un batallón de chicos y chicas, uniformados con chaquetas amarillas, vendía a 1€ cada pulserita de Livestrong. Eran cientos… y el público casi se las quitaba de las manos a los vendedores. Los euros iban y venían. El amigo americano se estaba adueñando poco a poco de la carrera. Cada año su ejército amarillo marchaba así para conquistar París.


Ese 2009 fue el año de su regreso. Con el maillot del Astana y en un estado de guerra fría con Alberto Contador por el liderato del equipo. La gente rodeaba el autocar de la escuadra esperando ver al extraterrestre corredor. Pero los guardespaldas -ahora entiendo el porqué de ellos- lo impedían. Al día siguiente, en la salida de la etapa, tras un tumulto de gente, disparé mi cámara y en la foto descubrí la cara de una persona ambiciosa. Ya no era el chico que había ganado el Campeonato Mundial de Ruta de Oslo, feliz por la victoria. Ahora era alguien más adusto y frío, que había ascendido en la escala deportiva y social.

El lunes, cuando se dio la decisión de la UCI, por casualidad vi en la televisión El Padrino III. Y una frase de Michael Corleone me hizo volver a Armstrong: “nunca me gustó lo que hacía, pero era mi trabajo. Esperaba que cada vez que subía y trataba con personajes de mayor rango y nivel, las cosas fueran más limpias, pero fue todo lo contrario. Entre más subía, todo estaba más podrido”.

Fue ese el caso de Lance. Al que algunos consideran víctima más que victimario. ¿Por qué no se defiende? ¿No hay más fichas de este dominó que tendrían que caer? O calla por que en realidad sí es “El patrón de mal” y el código de silencio es un honor que él no se atrevería a romper, a diferencia de sus lugartenientes. Por ahora, lo único seguro es que además de los premios y los siete Tour de Francia, peluches incluidos, también le serán quitados los puestos 868 y 232 de la Maratón de Nueva York, de 2006 y 2007, respectivamente. Eso por no decir que el alcalde de la localidad en donde queda Alpe d’Huez bajará las placas que, como ganador de etapa -2001 y 2004-, le corresponden en dos de las 21 curvas de la subida a uno de los puertos míticos del Tour. Armstrong es historia. O mejor dicho, ya ni siquiera hace parte de ella.