El rey David

David Robert Joseph Beckham no es un futbolista, es una boutique de lujo que ha abierto locales en Manchester, Madrid, Los Ángeles, Milán y ahora París. Y si se cuentan sus 115 convocatorias a la selección inglesa, también en Londres.
David tiene claro -y está en todo su derecho- que antes que deportista es una máquina de publicidad para hacer dinero. Y es que Beckham, además de ser atleta, es una marca. Sí, como Rolex, Louis Vuitton, Gucci, Chanel o Ferrari, que se disputan los locales estratégicos en las ciudades citadas y quieren tener su nombre en boca de todo el mundo. Para vender más.
‘Becks’, como le llaman en Inglaterra, abrió su más reciente tienda en París. El vendedor, entre otros productos, de calzoncillos, slips o gayumbos; relojes, vestidos, videojuegos y hasta fútbol, que está casado con una ex Spice Girls, (chica de las especias, por su traducción literal al español… ¿qué extraño que no le guste el ajo de Madrid?), y que en sus domingos libres, cuando su agenda publicitaria se lo permite, salta a un campo para darle patadas a una pelota, fue recibido en una sala de prensa abarrotada de cámaras y periodistas en su presentación como jugador del Paris Saint Germain (PSG). Con su pelo rubio perfectamente echado para atrás por el fijador, una barba de cuatro días, vestido con un traje oscuro que hacía juego con su corbata y la camisa gris, y un reloj dorado con correa de cuero, el vendedor profesional de 37 años dijo que el dinero de su salario con el PSG lo destinará para apoyar a infantes desprotegidos, a través de fundaciones caritativas. No lo necesita, sabe que con sus entradas por las ventas en sus “tiendas”, tendrá tanto para él como para su esposa, Victoria, y sus cuatro hijos: Brooklyn Joseph, Romeo James, Cruz David y Harper Seven.
A poco tiempo de la llegada de David a La belle Équipe, como le dicen al PSG en París, algunos ya se atreven a decir que la capital francesa está completa: tiene la Torre Eiffel, el museo Louvre, la iglesia de Nòtre Dame, el río Sena y ahora a Beckham, otro ícono para su skyline.

El ‘viejo Patro’

De niño siempre quise ser José Patrocinio Jiménez. De grande, también. ‘El viejo Patro’, como es reconocido en el mundo de las competencias de bicicletas en Colombia, fue una especie de José Manuel ‘El Tarangú’ Fuente en España. Como el asturiano, el ciclista colombiano subía montañas con suma facilidad. Ascendía pendientes en su bici como si estuviera pedaleando sobre un rodillo en la sala de su casa. Con ese don de superhéroe ganó la Vuelta Colombia (1976), la Coors Clasic en Estados Unidos (1982)  y fue el primer colombiano que vistió la camiseta de lunares rojos como líder de la montaña, en el Tour de Francia (1983), cuando todavía la patrocinaba Chocolat Poulain.
Entonces, por él y otros como él, de niño siempre dormía con un radio transistor, para antes de despertarme, encenderlo y oír las transmisiones que hacían las cadenas colombianas desde las carreteras de Francia. “Atención, Colombia -narraban a garganta abierta- Patro ataca subiendo el Tourmalet y deja atrás a Millar, Delgado, Fignon y Arroyo… se va solo”. Luego, de la radio me pasaba a la televisión, para ver el final de cada etapa.
Ese lunes 10 de julio, la décima jornada del Tour de 1983, entre Pau y Bagneres de Luchon, tuvo un recorrido de 201 kilómetros. Por la televisión pude ver como, en el descenso, Robert Millar (Peugeot) alcanzó y sobrepasó al colombiano del Pilas Varta, y finalmente ganó la etapa con un tiempo de 6 horas, 23 minutos y 27 segundos. ¡Seis horas dándole a los pedales! ¡Subiendo y bajando en pleno verano europeo! Al ‘viejo Patro’ lo pasaron, también en la bajada, Pedro Delgado (Reynolds) y Pascal Simon (Peugeot), segundo y tercero en la etapa. Y con una desventaja de 1 minuto y 30 segundos cruzó la meta, en cuarto lugar.
Treinta años después, ya no sigo pegado a la radio. No sé dónde ni cuántos años tendrá el ‘viejo Patro’. Son las 3 de la madrugada en España y ahora estoy, pegado a la televisión, viendo como un tal Lance Armstrong le cuenta a una periodista lo “organizados”, “inteligentes” y “profesionales” que fueron él y su equipo (US Postal) para aplicarse EPO, Testosterona y hacerse transfusiones de sangre, con el objetivo claro de ganar cuántas veces fuera el Tour de Francia. “No es posible que un ciclista ‘limpio’ lo hubiera hecho”, le dice Armstrong a la periodista. Y no sé porqué, pero yo creo que sí, cuando pienso en el ‘viejo Patro’.

Operación CR

La película se llama Operación E. Narra la vida de un campesino colombiano, como muchos otros, entre dos fuegos: guerrilla y ejército. En España y Francia, países coproductores, ya se estrenó y fue recibida con algo de interés por los espectadores y la crítica. Aquí, en Barcelona, sigue en cartelera. La otra noche la fui a ver y, sin ser una obra para recordar, pasará a ser otra cinta más que muestra el conflicto que vive Colombia, desde otra perspectiva. Hasta ahí todo marcha bien. Sin embargo, fuera de la pantalla grande, al otro lado del Atlántico, en ese país donde nacen historias silvestres todos los días, ha surgido otra. Se podría titular Operación CR y daría para otra película. Allí Operación E no puede ser exhibida. Un juez decidió avalar la demanda interpuesta por una señora CR, que argumenta defender la privacidad de su hijo, nacido cuando ella estuvo secuestrada por la guerrilla. Ese niño le fue dado al campesino para que lo cuidara y claro, forma parte de la historia que narra el filme de Miguel Cortuois. Guardando las proporciones, lo hecho por la señora CR sería como si uno de los descendientes de los náugrafos del Titanic hubiera pedido y tratado por todos los medios, para salvaguardar la integridad de su familia, impedir la proyección de la película de James Cameron. ¿Se hubiese podido contar la historia del Titanic sin los náufragos? Entonces, la pregunta, en lo que respeta a Operación E, sería : ¿cómo contar la historia de Crisanto sin Emmanuel? Me gustaría saber qué piensa Luis Tosar de esto.

La Lotería del Niño

¿Por qué la gente se gana la lotería? Ese fácilmente podría ser el título para un libro dentro del catálogo de una editorial especializada en el género de la autoayuda y superación personal. ¿Por qué la gente se gana la lotería? sería un éxito de ventas. Claro, sería un libro gordo. Con muchas páginas para repartir entre familiares, amigos, conocidos y colegas del bar. Imagino que después de leerlo, cada una de las personas, celebraría destapando cava o champán, frente a la librería en donde lo adquirió, abrazando al librero de turno. Ya los veo, asediados por los micrófonos de la prensa y las cámaras de los telediarios, respondiendo: “es apenas para tapar huecos”. ¿De la biblioteca? En ese mismo instante, también veo pasar transeúntes que envidian el brillo en los ojos y la sonrisa de cartel de las personas beneficiadas. “¿Por qué él y no yo?” se preguntan con una cara que trata de esconder sus más oscuros pensamientos. La respuesta a esa cuestión vendría, a modo de segundo capítulo, en este best-seller, bajo el título ¿Qué hace que una persona se gane la lotería y qué hace que otra no? Claro, esta parte del texto hablará de la suerte, el azar y la casualidad. No quiero adelantar el final y dañar el negocio a la editorial que se lance a publicar tan magna obra. Sin embargo, una luz que pueda iluminarnos, tal vez está en ese mini-diálogo que me aconteció con un desconocido, que al verme detener, para observar la cantidad de décimos, billetes y números en juego, frente a la administración Fontana No. 32 de Loterías del Estado, en la calle Gran de Gràcia, 164, me preguntó:
– ¿Sabes por qué nunca me he ganado la lotería?
– No –respondí, tratando de saber su secreto.
– Porque jamás la he comprado.

La soberbia del añoviejo

El añoviejo es un muñeco que, moribundo, según la tradición colombiana, representa todos los males que se han de quemar la Nochevieja, para no volver a saber de ellos y recibir el año nuevo con otras perspectivas y aires renovados. La costumbre manda a hacerlos con ropa vieja, en desuso. Sí, ese pantalón que el abuelo ya no viste o esa camisa que por la panza ya no le entra al tío. Algo de paja o aserrín ayudan a engordar la tripa del muñeco. Recuerde ponerle una máscara de algún personaje internacional. Le otorgará una imagen coyuntural y más actualidad al asunto. No está demás decir que se rellenan con petardos y pólvora de todas las formas que, tras encenderlo, lo hacen volar en mil pedazos la noche del 31, buscando exorcizar lo malo del año que termina. Un clásico, que hacían en la calle de mi infancia, era el añoviejo de Fidel Castro pero el comandante de la revolución cubana, además de haber sobrevivido a no sé cuántos presidentes de E.U. (¿10?) e infinitos supuestos atentados de la CIA (¿638?), este año que termina no es el mejor candidato. Así que para ir a la segura y hacer de su muñeco, uno bueno para explotar, uno que pague por la soberbia de haberse creído el dueño del mundo. Ahí están Mubarak, Bush padre o hijo, la Thatcher y otros más. Escoja el suyo, enciéndalo y feliz año.

Titulares del fin del mundo

21 de diciembre. Barcelona. Mediodía soleado. 2012. Y el tan anunciado cataclismo que, de acuerdo con la interpretación de muchos del calendario maya, vaticinaba el fin del mundo, no tuvo lugar. Al menos, por ahora, y es que no se sabe… aún no ha terminado el día y todavía no se puede cantar victoria.

Claro, al no haber fin del mundo, no he podido leer la noticia en los periódicos. Sin embargo, en un ejercicio de extrema supervivencia, estos hubieran sido los titulares de algunos de los principales diarios del planeta, de haber ocurrido la desaparición del mismo.

The Daily Planet (Metropolis): Where is Superman?

El País (España): Todo está consumado: fin de El Mundo. El Mundo (España): El País desapareció con el planeta: Mas y Pujol culpables del fin del mundo, tenemos documentos exclusivos que lo prueban. La Vanguardia (Catalunya): Mas y Pujol despegaron en la nave Senyera. Buscarán vida y votos catalanes en otros planetas. Llevan Pa amb tomàquet (Pan con tomate) para vivir mucho tiempo. El Periódico (Catalunya):  Nave Senyera no fue admitida en planeta del sistema solar: fue declarada patera ilegal espacial. El Punt Avui (Catalunya): ¡Libres de España por fin… del mundo! (traducido del catalán). La Razón (España): Ni el fin del mundo dividió a España, una sola, grande y eterna. No habrá referéndum en Cataluña. ABC (España): Emotivas y originales palabras del Rey en su despedida de los españoles: “Me llena de satisfacción y orgullo”.

Mundo Deportivo (Barcelona): ¡FC Barcelona, campeón! Fin del mundo hace que el Madrid quede tercero y ¡a 13 puntos! AS (Madrid) Esperanza en el vestuario merengue. No todo está perdido. Todavía hay Liga. Marca (Madrid): CR7, último Balón de oro por ausencia de Messi. Sport (Barcelona): Confirmado, Messi no era de este planeta, minutos antes del fin del mundo una nave aterrizó en el Camp Nou y lo rescato para llevarlo a su lugar de origen. Diario La Grada (Barcelona): Espanyol no volverá a descender jamás.

En Colombia los diarios no se quedaron atrás de la tendencia “findelmundista” y titularon así. El Tiempo (Bogotá): Senado recomienda desacatar fallo de los mayas. El Espectador (Bogotá): Fin de El Tiempo. Bogotá ya no está más cerca de la estrellas, ahora es polvo de estrellas. El Colombiano (Medellín): En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. El País (Cali): Comenzó la Feria de Cali. El Heraldo (Barranquilla): Quién lo vive es quien lo goza.

Titulares en Argentina, Clarín: Cristina tuvo la culpa del fin del mundo. En Cuba, Granma: ¡Viva la revolución, Patria o… muerte! Libération (Francia): El fin del mundo salva a Italia de Berlusconi (traducido del francés). The Guardian (Reino Unido): God Save the Queen!  The Miami Herald (E.U) ¡Fidel sigue vivo!

“This is the end, my only friend, the end”

A mí me gustaría enterarme del fin del mundo leyendo la noticia en un periódico. Y si hay música de fondo, mejor. Por eso, todos los días, muy temprano, voy al kiosko de la esquina de casa para conseguir el diario. Siempre, y esto es más que verdad, le digo a mi mujer, “voy a comprar el periódico, qué tal que se haya acabado el mundo y nosotros aquí, sin saberlo”.

Y no es que quiera ser un privilegiado, por eso de querer enterarme de último -¿o de primero?- de que los días del ser humano en este planeta se hubiesen terminado y yo tan campante, no. Tampoco anhelo ser el único superviviente, después de la catástrofe, ya que un mundo sin gente sería muy aburrido. ¿Se imaginan levantarse y que no le llegue el correo o que en la cafetería o el bar de la esquina no haya personas para discutir de política, fútbol o cualquier tema que dé para pasar el rato de la cerveza o del café?

Escribo sobre este tópico, porque los días que corren, la célebre predicción o, mejor dicho, con la interpretación hecha por algún “experto” del calendario maya, de que el mundo se terminaría el 21 de diciembre, el tema se ha vuelto recurrente. No solo para mí y mi deseo de leer la noticia el día después, sino para muchos. De acuerdo con el legado maya, el 21 será el día final, el Armagedón, el Apocalipsis. ¿Tendrían algún jefe de comunicación o vocero que así lo haya explicado en rueda de prensa? Hay que abonarle al ingenioso o creativo de turno, que puso ha rodar esta versión, que logró su cometido: el fin del mundo está en boca de todos.

Con la idea de cumplir mi deseo, el de abrir el periódico y leer a seis columnas un título que diga: “Fin del mundo”, con música de fondo, y que no se convierta en un anhelo póstumo, ya tengo dos destinos posibles. De acuerdo con los expertos en la versión apocalíptica -léase agencias de turismo-, Sirince y Bugarach son los dos únicos lugares que sobrevivirían a una desaparición terrenal.

El primero es un pueblo turco de 687 habitantes, en donde aseguran que Jesucristo, según una leyenda local, aparecerá el 21 de diciembre, salvando a todos aquellos que estén debidamente registrados en hoteles, hostales, campamentos y casas de lugareños. Y aunque los hoteles ya no dan abasto, estoy tratando de hacerme un hueco entre las casi 60.000 personas que, de acuerdo con datos del Ministerio de Turismo turco, llegarían a alcanzar para la inminente fecha.

La segunda, Bugarach, es una aldea pirenaica francesa en donde han crecido sectas como las setas en otoño. De acuerdo con ellas, las sectas no las setas, el poder mágico del pico los protegerá de todos los males que puedan suceder el 21 de diciembre. Ellos van más allá y anuncian que es incluso probable que una nave espacial descienda en la montaña y les rescate del Apocalipsis.

Lo único negativo de esto último es que quizás, si estoy allí, entre ellos, y suceda el Armagedón, si nos llevan en platillo volador, en el planeta al que vayamos tal vez no haya diario ni periódico para leer el día después. Entonces me conformaré con mi plan B, que no es otro sino música de fondo. Llevaré mi iPod y audífonos para escuchar a otro profeta, Jim Morrison, anunciando lo que se veía venir: “This is the end / beautiful friend / This is the end / My only friend, the end”. ¡Feliz fin del mundo!

Los fichajes del Sabadell: dibujitos animados para mayores


El Sabadell F.C. es el tercer equipo de Catalunya. No lo dice este servidor. Lo dice la historia. De las 81 temporadas del fútbol en España, el club arlequinado ha jugado 14 en Primera, 40 en Segunda A, 17 en Segunda B, y 8 en Tercera. Por delante están el F.C. Barcelona, siempre en Primera, y el R.C.D. Espanyol, 77 años en Primera y 4 en Segunda A.

Actualmente, el equipo de esa ciudad que creció al ritmo de la industria textil y el sonido de las máquinas tejedoras juega en Segunda A. La denominada categoría de plata o Liga Adelante en España. En este campeonato, después de once fechas, el Sabadell F.C. ocupa el noveno lugar con 15 puntos -igualado con el Real Madrid B-. Trece por debajo del líder Elche, que tiene 28.

Pero esta semana, un mes antes de que se abra oficialmente el mercado de invierno, este equipo se le ha adelantado a todos los demás anunciando sus nuevos fichajes con miras a 2013. Pero no se trata de un delantero con acento de tango que le represente 20 o 25 goles por temporada. Tampoco un mediático inglés que aumente el número de camisetas vendidas y menos un chino  o un turco que lo dé a conocer en el mercado de eso países. No.

Se trata de un japonés de apellido Takahashi y de nombre Yoichi. No hay datos de que sea muy diestro con el balón, no juega al fútbol, pero es un talento con la mano, el lápiz y el papel. Quizás es un fichaje que busca darle un nuevo “dibujo futbolístico” al equipo. El maestro Takahashi pintará unos paneles en el estadio del equipo, la Nova Creu Alta, con los personajes de la serie que creo para la televisión. Oliver Atom, Benji Price, Mark Lenders, Bruce Harper y los gemelos Derrik, desde la tribuna, vestirán los colores del club y harán parte de la nómina sabadellense, tal vez buscando contagiar al equipo de sus saltos, cabriolas, regates y, claro está, campeonatos. Quizás la realidad necesite algo de ficción. Y si es ficción animada, mejor.

Pero el trabajo de Takahashi, que llegará el 9 de noviembre para conocer el club y su idiosincracia, no termina allí. Viene también para cumplir con otra misión: crear un nuevo personaje que lucirá la camiseta arlequinada. Un fichaje estrella para impregnar a los jugadores de carne y hueso del espíritu deportivo de la serie. Quizás con este aire de manga, el equipo puede dar un salto animado y aterrizar en la ansiada Primera División. Con justa o más razón que el F.C. Barcelona de Messi o el Real Madrid de Ronaldo,  sería un verdadero equipo para la llamada “Liga de las Estrellas” (animadas). Lo que vendría a confirmar esa frase de Osvaldo Soriano que dice: “El fútbol no es más que una fantasía. Dibujitos animados para mayores.

¿El patrón del mal?


Lance Armstrong no ganó los siete Tour de Francia que corrió entre 1999 y 2005. Su nombre fue borrado del palmarés de la carrera y el primer cajón del podio ha quedado en blanco (mejor sería decir: en negro). El que fuera “El patrón” del Tour, durante siete años seguidos, tendrá también que devolver el dinero de los premios. Y hasta los leones de peluche del Crédit Lyonnais, el patrocinador del maillot amarillo de campeón.

Así lo determinó la Unión Ciclista Internacional (UCI), tras el informe que hizo público la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (Usada). Un documento de 204 páginas que se lee como si fuera El Padrino de Mario Puzo. Una novela al mejor estilo de la mafia, con capo di tutti capi, código de silencio, impunidades a cambio de acusaciones, soplones, intrigas, amenazas, droga, corrupción, dinero, mucho dinero y, claro, uno que otro italiano de por medio. El guión está servido, Francis Ford: ¿para cuándo la película?

Pero algo que ha salido a flote, paralelo a la investigación, fue el interés o intento de compra del Tour de Francia, por parte del texano, a la familia Amaury, los propietarios de ASO Sport y dueños de la carrera. Lance, como buen cowboy, vio en el Tour de Francia el oro que buscaban sus antecesores en el oeste americano. No por nada le gustaba tanto el amarillo. ¿Querría ser el “dealer” de los nuevos valores de la bici bajo la bandera de la EPO? ¿Sería este un comienzo para hacer del dopaje algo más natural de lo que fue durante su carrera?

Nunca llevé una pulsera de plástico amarillo en mi muñeca. Siempre me pareció, como dicen aquí en España, “hortera”, de mal gusto. Aun así fuera para apoyar a su fundación en la lucha contra el cáncer. Retrocedo en el tiempo y llegó a 2009. Final de etapa de la prueba francesa en Barcelona. Durante tres horas, aguacero de verano incluido, esperé la llegada de la etapa que ganaría Thor Hushovd. Antes, como es tradicional, arribó la caravana publicitaria de los patrocinadores. Entonces fui testigo de cómo un batallón de chicos y chicas, uniformados con chaquetas amarillas, vendía a 1€ cada pulserita de Livestrong. Eran cientos… y el público casi se las quitaba de las manos a los vendedores. Los euros iban y venían. El amigo americano se estaba adueñando poco a poco de la carrera. Cada año su ejército amarillo marchaba así para conquistar París.


Ese 2009 fue el año de su regreso. Con el maillot del Astana y en un estado de guerra fría con Alberto Contador por el liderato del equipo. La gente rodeaba el autocar de la escuadra esperando ver al extraterrestre corredor. Pero los guardespaldas -ahora entiendo el porqué de ellos- lo impedían. Al día siguiente, en la salida de la etapa, tras un tumulto de gente, disparé mi cámara y en la foto descubrí la cara de una persona ambiciosa. Ya no era el chico que había ganado el Campeonato Mundial de Ruta de Oslo, feliz por la victoria. Ahora era alguien más adusto y frío, que había ascendido en la escala deportiva y social.

El lunes, cuando se dio la decisión de la UCI, por casualidad vi en la televisión El Padrino III. Y una frase de Michael Corleone me hizo volver a Armstrong: “nunca me gustó lo que hacía, pero era mi trabajo. Esperaba que cada vez que subía y trataba con personajes de mayor rango y nivel, las cosas fueran más limpias, pero fue todo lo contrario. Entre más subía, todo estaba más podrido”.

Fue ese el caso de Lance. Al que algunos consideran víctima más que victimario. ¿Por qué no se defiende? ¿No hay más fichas de este dominó que tendrían que caer? O calla por que en realidad sí es “El patrón de mal” y el código de silencio es un honor que él no se atrevería a romper, a diferencia de sus lugartenientes. Por ahora, lo único seguro es que además de los premios y los siete Tour de Francia, peluches incluidos, también le serán quitados los puestos 868 y 232 de la Maratón de Nueva York, de 2006 y 2007, respectivamente. Eso por no decir que el alcalde de la localidad en donde queda Alpe d’Huez bajará las placas que, como ganador de etapa -2001 y 2004-, le corresponden en dos de las 21 curvas de la subida a uno de los puertos míticos del Tour. Armstrong es historia. O mejor dicho, ya ni siquiera hace parte de ella.

El invierno de Paul Auster

Foto de Carles Mercader

A primera vista Paul Benjamín Auster da la impresión de ser un dibujo de Matt Groening. Ojos saltones, dos entradas sobre la cabeza que dejan ver más de su amplia frente, pelo hacia atrás, cejas arqueadas, nariz prominente, boca lineal y mentón con algo de sombra de barba lo hacen ver como si fuera otro habitante más del Springfield de Los Simpson.

El cuerpo alto, que muestra una incipiente barriga, más del trazo de Groening, viste hoy un pantalón negro, chaqueta y camisa del mismo color. Como accesorio, una bufanda vino tinto contrasta el tono oscuro de sus ropas. La tela cuelga de su cuello y protege del frío y del viento al escritor estadounidense (New Jersey, 1947), mientras los fotógrafos lo siguen con sus cámaras por el patio del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona  (CCCB) hasta subir al mirador del edificio, en el quinto piso, desde donde se ven los tejados del antiguo barrio chino de la ciudad y el revoloteo de las palomas que pareciera que apuntan al cagar.

Con más de 30 obras publicadas, una variopinta suma de novelas, ensayos, poesía, cuentos y relatos, el ganador de, entre otros premios, el Príncipe de Asturias de las Letras 2006, y cientos de miles de libros vendidos en todo el mundo, es recibido y tratado como una estrella del rock. Hasta las gafas oscuras de piloto, que ocultan su mirada, lo hacen ver de esa forma. “Disculpen que no se las quite, su religión y la resaca así se lo impiden”, acota medio en serio-medio en broma su editor, Jorge Herralde.

Y pensándolo bien, Auster bien podría considerársele como un viejo roquero. No de guitarras o bajos, pero sí de teclear máquinas de escribir –no tiene computador–, que comenzó en el oficio cuando tenía 12 años. No es un rockstar de los que descabeza murciélagos con su boca, pero sí un escritor que hace lo mismo pero con la vida, a través de las obras que crea en sus historias. No es un músico, pero sí compone partituras mediante su literatura que se leen como novelas, relatos, guiones de películas, cuentos y hasta poesía. Aunque ésta últimamente la limite sólo para su familia y ocasiones que comparta con ellos en su vivienda del barrio Park Slope en New Jersey.

En una sola palabra, Auster es un artista en todo el sentido de la misma. Nadie mejor que él para definirlo. “Personas como yo, vivimos atormentados por lo que vemos y cómo no lo entendemos, ahí es cuando surge la enfermedad. Y la única manera de afrontar esa enfermedad es desahogándonos en el alguna forma de arte. Pero hay que tener claro que la escritura no sirve para curar heridas, acaso para tratar de comprenderlas”. Y eso precisamente es lo que trata de hacer en su más reciente libro, Diario de invierno.

Es de mañana en la capital de Cataluña. En el barrio el Raval las sombras se inclinan sobre sus dueños, gracias a un tibio sol. El frío gélido de hace unos días, que puso los termómetros debajo del cero y que nos hizo tiritar en la calle, como si estuviéramos confinado por Stalin en Siberia, se ha ido, pero a la ciudad ha llegado Auster para recordarnos que todavía es invierno afuera de nuestras casas. Para decirnos que aún hace frío afuera de nuestras vidas. Sí, porque adentro nuestro está el calor con lo que vivimos y creemos es lo correcto, pero afuera es invierno. Hace frío.

(Para seguir leyendo haz clic aquí, en Gaceta (El País, 11 de marzo, 2012)